Pensé que estaba preparada para lo que Erik tenía que decirme, pero realmente no lo estaba.
Me senté en el asiento delantero, no como la futura Luna ni como la pareja de Gavin, sino como una amiga de Erik.
Y las amigas no se sientan atrás mientras los amigos conducen. Además, era evidente que Erik necesitaba hablar, y era imposible hacerlo si no yo podía mirarlo a la cara.
Guardó silencio casi todo el camino, con los nudillos blancos de tanto apretar el volante. Yo ya estaba emocionalmente agotada por todo lo que había pasado en el día, de hecho, estaba al límite. Pero decidí que no iba a esperar a que él se decidiera a hablar. De una forma u otra, iba a sacarle la verdad.
—¿Vas a contarme qué demonios fue todo eso allá adentro? ¿O prefieres que se lo diga a Gavin para que te lo saque él?
Tensó la mandíbula. —Esto no tiene nada que ver con él...
—Es el padre de Irene —dije fríamente, mirándolo de lado—. La hiciste enojar, y quiero saber por qué no debería ir con él ahora mismo.
—Porque