Cuando la luz se atenuó, el olor a madera quemada y ozono llenó el aire. Lila gimió, agarrándose el brazo donde la luz de la gema la había tocado, ahora unas quemaduras rojas y furiosas se arrastraban por su piel... marcándola.
—Te rechazó —dijo Daisy, observando con horror—. Continuará rechazándote y se enojará más cada vez que juegues con ella.
La respiración de Lila llegaba en ráfagas cortas y agudas, las lágrimas ardían en sus ojos, pero las limpió con enojo.
—No... se supone que es mía. Es el derecho de nacimiento de mi familia, mi derecho de nacimiento... ¿por qué no me reconoce?
La gema todavía brillaba, pero su luz había cambiado, era más brillante y fría. Pulsaba como algo vivo, Daisy incluso sintió algo jalando dentro de su pecho con cada latido.
Su voz era apenas audible cuando dijo:
—Lila, no te está llamando a ti y no creo que alguna vez lo haya hecho.
—¿Cómo sería eso posible? —preguntó Lila, girándose para fulminar a Daisy con la mirada.
—Está llamando a alguien más...
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