Asentí en silencio, reconociendo que Nan tenía razón. Luego volví la mirada hacia Irene, que soltó un suspiro cansado antes de asentir también.
—¿Vas a estar bien? —le pregunté.
Ella asintió con un leve movimiento de cabeza.
—Sí —murmuró—. Estaré bien.
Me giré entonces hacia Gavin, que sostenía dos llaves en la mano. Cuando Irene se acercó, le entregó una con calma.
—También conseguí una habitación para Matthew y para ti —explicó—. Es una suite; cada uno tendrá su propio dormitorio.
Fruncí el ceño, algo sorprendida.
—Pensé que se quedarían con nosotros —dije, arqueando una ceja.
Él bajó la mirada hacia mí con una chispa cómplice en los ojos.
—Quería un poco de espacio para nosotros —susurró, con voz apenas lo suficientemente alta para que yo lo oyera.
El calor me subió al rostro y tuve que morderme el labio para esconder la sonrisa.
—Por supuesto que sí —le respondí, tomando la llave de su mano.
El elevador emitió un suave timbre antes de que las puertas doradas se abrieran. Por dentro