—Sí. —Susurré suavemente.
Las orejas de mi loba se pusieron en alerta ante mi admisión. Esa era la primera vez que estaba admitiendo en voz alta que estaba enamorada de Gavin Landry. —Lo amo.
Los ojos de Irene se agrandaron, no esperaba que derramara mi secreto tan fácilmente.
—¿En serio? —Preguntó, con sus ojos aún más abiertos mientras asimilaba mi expresión seria—. Estás enamorada de mi padre...
—Sé que es raro —continué diciendo, sin querer que se llevara la idea equivocada—. Pero está claro que él no siente lo mismo por mí, así que no creo que tengas que preocuparte por nada.
—Sería raro tener una madrastra de mi misma edad —dijo Irene, capturando su labio inferior entre sus dientes—. Sería raro que él saliera con alguien de la misma edad que su hija. La sociedad no lo aceptaría.
Asentí, con un nudo formándose en la boca de mi estómago.
—Por eso nunca lo voy a perseguir —le aseguré—. Gavin y yo tal vez nos divirtamos... pero eso es todo lo que será jamás.
Inhaló bruscamente, sus