—Perdón —dijo suavemente.
—No, está bien —le digo—. Probemos esta ropa.
No pensé que iba a tomar tanto tiempo como lo hizo, pero dentro de las siguientes horas, finalmente terminamos de probarme la ropa que compró. No solo compró unos cuantos atuendos bonitos, compró un montón. Había más bolsas de las que inicialmente trajo al salón. Tenía un auto completo lleno de ropa.
—No me pude decidir —declaró con una sonrisa tímida después de la centésima blusa que me probé.
Después de un rato, me decidí por un vestido de noche bonito con un cárdigan. La mucama me ayudó a arreglarme el cabello para que fluyera en rizos parejos por mi espalda y estuviera apartado de mi rostro. Me aplicó un poco de maquillaje, pero no lo suficiente para hacerme ver como una cualquiera; solo lo suficiente para hacer que mis facciones resaltaran y brillaran un poco más mi rostro.
Me puse unos zapatos bajos, afortunadamente también fue de compras de zapatos, así que no tuve que preocuparme por eso tampoco. Una vez qu