—¿Estoy haciendo algo mal? —preguntó.
Sin pensarlo, tomé una bolita de mozzarella de su plato con mis dedos y la sumergí en la salsa antes de metérmela en la boca con una sonrisa. Sus ojos se entrecerraron mientras me veía tomar otra y también metérmela en la boca. Me reí de su expresión de asombro.
Para mi sorpresa, dejó su tenedor y cuchillo y tentativamente tomó una bolita de mozzarella con sus dedos. Lo observé mientras se la llevaba a los labios y se la metía en la boca, imitando mis movimientos como si estuviera aprendiendo a comer comida con los dedos por primera vez en su vida.
Reprimí otra risa, aclarándome la garganta para disimularla. Me miró y sonrió burlonamente mientras tomaba un bocado de pretzel, lo sumergió en la salsa de mostaza, y se lo comió también.
—¿Te gusta? —le pregunté.
Masticó lentamente mientras analizaba el sabor.
—Es diferente a lo que estoy acostumbrado —admitió—. Pero no está mal.
Sonreí mientras yo también comía de los pretzels. Agarré el flotador de ce