Pasé mis dedos por su pecho y los envolví alrededor de su cuello, acercándolo hacia mí para poder presionar sus labios contra los míos, pero se apartó ligeramente, negándome el beso y hiriendo un poco mi ego.
Hice un puchero cuando vi la pura diversión en sus ojos.
—Todavía no —dijo, alejándose de mí—. Quiero saborearte... pero también necesitas ser castigada por irrumpir en mi habitación y esconderte de mí.
Mis mejillas se encendieron mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho. Lo observé caminar perezosamente por la habitación mientras se desabotonaba la camisa lentamente, sus abdominales haciéndose evidentes con cada botón que se quitaba.
—No era de ti de quien me escondía —le dije, mis ojos observándolo con cautela.
—Tal vez no al principio —me dijo, sus ojos encontrando los míos—. Pero después de que Mica se fue, permaneciste escondida. ¿Por qué?
Tragué el nudo en mi garganta y miré al suelo. Eso fue un error porque él acortó la distancia entre nosotros antes de que pudiera parpad