La maldad acecha

Capítulo tres.

Diana experimentó un miedo atroz, no sabía nadar y se sentía muy vulnerable dentro de aquella enorme piscina, el agua entraba por su boca impidiéndole la respiración, y su corazón empezó a latir de una manera descomunal. Los demás estaban tan distraídos que ni siquiera se dieron cuenta cuando ella cayó, pues sólo emitió un grito ahogado debido al gran susto que se llevó, movía con desesperación los pies y las manos tratando de mantenerse a flote pero era inútil, nada funcionaba, ella cada vez se sentía más débil, las fuerzas estaban disminuyendo con cada segundo que pasaba. Los chicos jugaban con una pelota, pero la actividad parecía entretener mucho más a Tom y a Stella, en cambio Matt, estaba muy celoso, así que desvió su mirada para que no se dieran cuenta de lo mal que se sentía, cuando de repente vio a Diana en el agua.

– Dios mío– gritó el con todas sus fuerzas.

Inmediatamente, Matt se dirigió a toda prisa hasta donde estaba ella, Tom también hizo lo propio, pero el joven asistente fue mucho más rápido, la tomó en sus brazos y la colocó bocabajo en el piso tratando de qué expulsara toda el agua que había tomado.

– Vamos, pequeña, tienes que reaccionar – le decía mientras golpeaba su espalda.

Tom miraba la escena desconcertado, y avanzó rápidamente hasta donde estaba su novia para tratar de ayudarla. En cambio Stella sólo fingía una preocupación que estaba muy lejos de sentir.

– Voy a llamar a emergencias – sugirió ella.

Pero Matt no espero a que llegaran los servicios de ayuda, por lo que tomó a Diana inmediatamente procedió a darle respiración de boca a boca para reanimarla.

Tanto Stella como Tom experimentaron una punzada de celos, él por no haber sido quien la estuviese ayudando y por no haberla cuidado, y ella, porque como siempre, Diana se estaba llevando toda la atención según su maquiavélica percepción que no dejaba de atribuirle a su supuesta amiga todo lo malo que sucedía. No soportaba que Matt se desviviera en atenciones para ella, pero por lo menos había logrado dejarla como una mujer débil e inútil ante su novio y eso le causaba una enorme satisfacción. Luego de unos momentos, la reanimación dio sus frutos, y Diana comenzó a toser expulsando toda el agua. Estaba muy asustada y Tom luego de agradecer a Matt por su gran apoyo, abraza a Diana profundamente avergonzado.

– Perdóname mi amor, nunca debí dejarte sola, fue una estupidez lo que hice – señaló apenado.

– No vuelvas a decir eso por favor, tú no tienes porque detener el curso de tu vida por mi, fue un accidente – contestó ella pero en el fondo se sentía muy mal.

La bella joven entró a la soledad de su alcoba para cambiarse de ropa, y empezó a llorar con un sentimiento de impotencia por no ser como las otras chicas, era el primer día de Tom en el país y ya había tenido que enfrentarse a algo que a ella le parecía tan vergonzoso, y seguro que estaba decepcionado al encontrar una mujer tan diferente a lo que él hubiese imaginado. Tom por su parte se encontraba en silencio, se podía percibir en su rostro una profunda tristeza por no haber anticipado lo que podía pasar, no podía quitarse de la mente la cara de terror de Diana, y el profundo dolor que ocultaba para no hacerlo sentir mal. Y si bien la discapacidad de Diana era algo que no se esperaba, eso para nada afectaba al gran amor que sentía por Diana. Matt pudo percatarse la manera en la que Tom se estaba sintiendo, por lo que decide echarle una mano, pues en el fondo lo entendía perfectamente, muchas veces experimentó el mismo sentimiento cuando ellos eran niños, o cuando fueron compañeros de escuela, sólo que la magnitud de los sentimientos era diferente, Matt siempre sintió una gran amistad hacia ella, en cambio Tom la amaba, pero resultaba inevitable que se sintiera confundido, o incluso con impotencia por no saber cómo actuar y que hacer, así que decide darle un poco de apoyo para infundirle ánimo.

– Conozco muy bien esa expresión, Tom, muchas veces yo me he sentido igual, por diferentes razones, claro, quiero mucho a Diana, y a veces resulta muy difícil querer ayudarla sin que se sienta mal, sé que te sientes culpable por no haber estado allí, pero créeme, es lo qué ella menos quisiera, a Diana le gusta sentirse incluida, igual a los demás, odia las diferencias, pero le resulta inevitable sentirse mal porque los demás no saben tratarla – le explicó.

El joven magnate respiro profundo, parecía que Matt le estaba leyendo el pensamiento, y se alegraba de qué alguien pudiese entenderlo.

– Es exactamente como me siento, temo decir o hacer algo que pueda hacerla sentir mal, y me sentí profundamente miserable con lo que le pasó – le dice avergonzado.

– Es natural que te sientas así, pero no se lo digas, siempre busca tratarla como lo harías con cualquier otra chica, Diana es muy sensible y no soporta que la gente cambie su vida y su manera de actuar por su discapacidad – le confiesa el joven.

Tom estrechó la mano de Matt y se puso de pie dirigiéndose hacia la casa.

– ¿Me podrías decir cuál es la habitación de Diana? – le preguntó.

– Vamos, te acompaño, estoy seguro que le encantará que vayas a verla, seguro debe sentirse muy mal –.

Matt deja a Tom en la puerta de la recámara de Diana el cual con manos temblorosas toca suavemente.

– Amor, ¿puedo pasar? – inquirió Tom nervioso.

– Por supuesto – dijo al tiempo que se acomodaba la ropa al terminar de vestirse.

Él ingresó y recordó las palabras de Matt, así que decidió actuar con total naturalidad.

– Es justo así como me imaginaba tu habitación, tan hermosa como tu – musitó al tiempo que la rodeaba con sus brazos.

– Me parece un sueño que estés aquí – respondió ella sonrojada por el calor del momento.

– No es un sueño, la realidad es que estamos juntos y eso me hace muy feliz – agregó Tom dejándose llevar por la ternura de Diana.

– Me encanta ver el rubor en tus mejillas, te hace lucir tan linda, amo tu inocencia, tu dulzura, adoro todo de ti – manifestó con la respiración entrecortada.

Sus labios se unen en un beso intenso plagado de emociones que a los dos les costaba mucho trabajo reprimir, pero ella haciendo acopio del poco autocontrol que le quedaba, se aparta un poco.

– Cariño, seguro debo parecerte muy anticuada, pero no es correcto que estemos aquí, mi papá está por llegar y no creo que le guste saber que estamos a solas en mi habitación – dijo tímidamente.

– Y tiene razón, nos acabamos de conocer y seguro no le parecerá bien, ven preciosa, vayamos allá abajo, pero antes que se me olvide, hay algo que quiero darte – expresa sacando una pequeña caja envuelta en terciopelo y depositándola sobre sus manos.

– ¿Que es? – pregunta ella emocionada.

– Ábrelo – le pide el joven.

Diana abre la caja y saca un exquisito collar, ella no puede verlo pero él inmediatamente comienza a describírselo.

– Es un collar de esmeraldas, hace juego con tus hermosos ojos, lo vi y me pareció que te quedaría hermoso, pero si no te gusta, podemos cambiarlo por alguna otra joya que tú quieras –.

– Por supuesto que me gusta, recuerdo muy bien el color de las esmeraldas, el brillo tan intenso y hermoso, además como dices, hace juego con mis ojos, así que no podrías haber hecho mejor elección – asegura ella causándole un gran alivio.

Tom le quita el collar de las manos y se lo pone, y no puede evitar sentir como su piel se enciende con el contacto. Cuando todos están reunidos en la sala, Stella se le queda mirando al exquisito collar que su amiga trae puesto.

– Nunca te había visto este collar, ¿te lo regaló tu padre? – Interrogó con curiosidad y una profunda envidia.

– No, mi novio acaba de dármelo – contestó ella con dulzura.

El corazón de Stella se lleno de rencor, le parecía inaudito que Diana también tuviera la suerte de contar con un multimillonario que pudiera cumplir todos sus caprichos, en cambio ella, no tenía absolutamente nada y tenía que estar viviendo de la caridad de los demás porque aún ni siquiera tenía un buen trabajo con el que pudiera solventar sus cosas. La cena transcurrió en absoluta armonía, por fortuna, Tom y Benjamin se habían llevado muy bien, en un principio al CEO le había causado cierto conflicto el hecho de qué su hija se estuviese relacionando con alguien por Internet, pero ahora, al conocer a Tom su perspectiva había cambiado por completo. Ya entrada la noche Tom tiene que despedirse, Matt lo llevará al hotel, Diana insistió para que Stella se quedará a dormir con ella, había tanto por platicarle, era la única con la que podía decir exactamente lo que pensaba y cómo se sentía.

– Me da gusto que las cosas hayan salido bien, que Tom haya tomado de buena manera lo de tu discapacidad – dijo Stella.

– Ay amiga, no sabes el peso tan grande que se me quitó de encima, cuando se lo dije temí lo peor, me daba terror llegar a perderlo, lo amo tanto, sé que acabamos de conocernos personalmente, pero el tiempo que tardamos hablando por Internet fue suficiente para qué terminara enamorándome profundamente –.

– No sabes cómo me alegro, ojalá yo pronto pueda encontrar a un príncipe tan guapo como Tom – señaló.

Diana experimentó algo extraño al escuchar las palabras de Stella, pero cómo siempre pensó que eran figuraciones tontas e inmediatamente apartó esos pensamientos de su mente.

– Tom es maravilloso, amiga, me da mucha pena decirte esto pero cuando me besó, sentí qué me llevaba al cielo – relató.

–Mira, la virginal chica por fin está dejando entrar a la verdadera mujer –.

– Ay, Stella, deja de decir esas cosas que haces que me ponga muy nerviosa – agregó ella entre risas.

Diana dejó el collar en el joyero y después se fueron a descansar, y cuando Diana dormía plácidamente, Stella se levantó y tomó el collar de esmeraldas ocultándolo entre su ropa.

– A mí se me verá mucho mejor, tú lo tienes todo, así qué será cómo quitarle un pelo a un gato, querida amiga, ya es tiempo de qué empieces a compartir conmigo todo lo que tienes, ya me cansé de conformarme solo con lo que no quieres– se dijo así misma mirándose frente al espejo.

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