Malas desiciones

Capítulo cinco .

Stella no se esperaba aquella revelación, sencillamente no estaba preparada para asumir una responsabilidad que según ella estaba muy lejos de lo que se merecía.

–Ese es tu problema, Rossy, ¿No te la pasas diciendo que eres la que ha sacado adelante a esta familia?, Pues ahora resuélvelo–. Soltó con total desparpajo.

Rossy no daba crédito a lo que estaba escuchando, ¿Cómo era posible que Stella se comportara de aquella manera?, ¿Acaso no tenía corazón?, La furia se apoderó de la joven y cuando Stella quiso avanzar hacia su habitación, su hermana le cruzó el rostro de una bofetada.

–Tu también vives en esta casa, así que no seas descarada y por primera vez en tu vida compórtate como alguien responsable–. La enfrentó.

–Yo no soy como tú, Rossy, no me voy a conformar con un puesto de empleada cuando puedo tener el mundo mis pies si yo quisiera–. Espetó.

–Deja ya de seguir soñando, pasar tanto tiempo en la casa de los Richmond te ha hecho mucho daño, tú no eres una muchacha rica como Diana, perteneces a este barrio y eres tan pobre como nosotras aunque te las quieras dar de princesa–. Le dijo con severidad.

Stella sintió como la furia se apoderaba de su interior, odiaba que su hermana siempre le estuviera recordando la realidad de la que quería olvidarse y a la que deseaba con toda su alma poder dejar atrás. Y lo peor es que siempre estaba comparando la con Diana, por eso es que también aborrecía a su amiga, por no poder tener todo lo que ella poseía.

–Ya no falta mucho para cuando deje atrás este maldito barrio de porquería muy pronto me convertiré en una mujer poderosa y te vas a tener que tragar tus palabras–. Exclamó furiosa.

Su madre las miraba con profunda tristeza, no le gustaba verlas peleando, pero sabía que había llegado el momento de intervenir y poner a Stella en su lugar, pues la manera en que se estaba comportando no era para nada adecuada.

–No tiene nada de malo ser pobre, hija, no me gusta la manera en la que te expresas del lugar donde vivimos, es cierto, tenemos poco, pero nunca nos ha faltado nada y no es justo que te avergüences de tus raíces y que te comportes como si nosotros no te importáramos–. Declaró su madre bastante dolida.

–Ya, mamá, deja de hacer drama, ese cuento me lo vienes diciendo desde hace muchos años y créeme que no me conmueves para nada–. Sentenció.

Rossy se abalanzó sobre ella y quiso volverla de nuevo, pero esta vez Stella fue mucho más ágil tomando la fuertemente de la muñeca y dándole un fuerte empujón que la llevo directamente al suelo.

–No te vuelvas a meter conmigo, m*****a mosca muerta, o vas a lamentarlo, te lo juro–. Gritó Stella fuera de control.

Maggie se llevó una mano al pecho, había empezado a sentirse mal, su presión arterial estaba cada vez menos estable y cualquier disgusto era suficiente para que su salud se viera mermada.

–Mamita, ¿Qué te pasa?– Le pregunta Rossy muy preocupada.

Maggie trataba de respirar profundo, buscando la forma de mantenerse lo más estable posible para no darle una preocupación a sus hijas, pero de pronto ya no pudo más y se desvaneció. Las chicas la miraban aterradas y sin saber qué hacer, por primera vez, Stella sintió una punzada de culpabilidad, pero no dijo nada, en tanto, Rossy miraba a Stella con reproche, pues ella había provocado la recaída de su madre.

–Espero que ya estés contenta, lograste que mi mamá se pusiera mal y todo por tus estúpidos berrinches–. Le reclamó.

–La única culpable eres tú, si no me hubieras empezado a molestar nada de esto estaría pasando, pero claro, tú siempre eres la niña buena, la hija favorita de mi madre, la que no rompe un plato–.

De inmediato llevaron a Maggie al hospital, en esos casos era mejor actuar a tiempo para evitar que algo peor pudiera pasar. Rossy se fue en la ambulancia con su madre, mientras que Stella se quedó en la casa dándole vueltas a la cabeza y pensando de qué manera podrían solucionar aquel inconveniente. Intentó llamar a Diana, pero su teléfono estaba apagado, y en ese momento recordó que tenía una cita con Tom, y seguramente ya estarían juntos. Así que no le quedó más alternativa que llamar a Matt, pero él tampoco contestó, lo cual no era extraño debido a la discusión que habían tenido afuera de la mansión de los Richmond.

–Maldita sea, tengo que conseguir el dinero para pagar los gastos del hospital, o de lo contrario mi hermana seguirá con su estúpida cantaleta–. Se dijo Stella.

Sabía que podía recurrir a cualquiera de sus amigos, y la ayudarían sin pensarlo, pues tanto Diana como Matt, le tenían muchas consideraciones, pero no quería humillarse de esa manera ante ellos, así que pensó en una posible solución para resolver el inconveniente. Así estuvo por varios minutos hasta que recordó la tarjeta que aquel hombre tan desagradable le había dado cuando fue con Diana a uno de esos restaurantes a los que sólo pueden acceder las personas de elevado estatus económico.

–Ese viejo podría dármelo todo si yo se lo pidiera, pero no, qué asco, jamás podría acostarme con un tipo tan repulsivo como ese–. Se dijo en voz alta tratando de encontrar una alternativa.

Le escribió un mensaje, y él al ver su foto de perfil de inmediato le respondió .

–Me encanta que me escribas, preciosa–. Escribió el sujeto.

–Pensaba que tal vez podríamos vernos para platicar–. Contestó ella.

Las pulsaciones del hombre comenzaron a acelerarse, por su mente pasaban miles de fantasías, Stella era una mujer capaz de enloquecer era cualquiera, y él no quería perderse la oportunidad de estar con una mujer como esa. Pero en ese momento estaba fuera de la ciudad, así que aprovechó el contacto para buscar retenerla de alguna manera.

–Créeme que me encantaría verte, pero estoy en un viaje de negocios–. Le dijo.

Stella pensó que había perdido la oportunidad de poder sacarle un buen dinero a ese tipo que tanto le molestaba, pero que en ese momento podría ser la solución que estaba necesitando.

–No te preocupes, no te molesto más, adiós–. Escribió tajantemente.

Él sabía que las mujeres como Stella no esperaban, y siempre irían detrás de quien pudiera estar a la altura de sus ambiciones, porque a leguas se veía que ella era como todas esas mujeres interesadas y oportunistas.

–No te molestes, hermosa, para que veas que estoy muy interesado en ti, pídeme lo que quieras y con gusto te lo daré–. Señaló.

Stella sonrío con satisfacción, sabía que había logrado su cometido, y que ese tipo había mordido el anzuelo .

–Sabes, estoy pasando por una situación muy difícil, me da mucha vergüenza contigo pero tengo a mi madre en el hospital y, yo… – Dijo sin terminar la frase.

–Oh, cuánto lo siento, no quiero que te preocupes más, envíame los datos de tu cuenta bancaria y de inmediato tendrás lo que necesitas–. Declara con determinación pero con una perversa sonrisa en los labios.

Stella se despidió pensando que había logrado su cometido, y en efecto, en algunos minutos ya tenía una generosa cantidad depositado en su cuenta bancaria, lo suficiente para pagar los gastos de la clínica y para darse algún capricho. En tanto el sujeto, se quedó contemplando la foto de Stella, pensando en todo lo que haría cuando volviera a la ciudad, después de todo sabía perfectamente cómo localizarla, recordaba perfectamente que la había visto en el restaurante junto a Diana Richmond, y tenía la forma perfecta para chantajearla si no accedía a sus pretensiones. Stella salió toda prisa del hospital, su hermana estaba esperando noticias sobre su madre, cuando una enfermera se acerca para pedirle que fuera a realizar el pago de los estudios y medicamentos que se le habían tenido que hacer a Maggie. Al ver la cantidad, Rossy se sobresaltó, pues ni juntando el poco dinero que le quedaba podría realizar el pago de lo que le estaban requiriendo.

–¿Señorita, estás segura que esta es la factura de mi madre?– Pregunta ella desconcertada.

–Por supuesto, aquí están desglosados todos los gastos que se han hecho hasta ahora–. Le explicó la joven.

Rossy se quedó pensando, por más que le daba vueltas a la cabeza no sabía que hacer para salir del problema. Stella llegó a la clínica y se acercó, y puso gesto de repugnancia al percatarse de qué su hermana estaba llorando, ni siquiera el hecho de qué su propia madre estuviera hospitalizada la hacía tener un poco de empatía hacia su hermana que tanto había luchado por ellas y que la había ayudado más que nadie en el mundo.

–No se qué vamos a hacer Stella, la cantidad que nos está cobrando el hospital es exagerada, ni siquiera juntando todo lo que tengo en este momento podría pagarlo–. Relató la chica afligida.

–Con llorar no vas a resolver nada, en estos casos hay que pensar con la cabeza fría, y yo ya lo solucioné, toma, aquí tienes el dinero que se necesita–. Concluyó con desdén.

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