Confesándolo todo

Capítulo dos.

Las lágrimas comenzaron a resbalar por los ojos de Diana, en ese momento sintió una opresión en el pecho y un miedo incontrolable se apoderó de su ser. Era un secreto demasiado importante, y por fin entendía que no debió habérselo ocultado a Tom, ya que después de todo formaba parte de ella, y sería algo con lo que tendría que cargar por el resto de sus días, pero se había enamorado, y su relación iba tan bien que sintió terror de qué una revelación semejante pudiese estropearla.

–¿Qué sucede, mi amor?, ¿Por qué estás llorando?–le preguntó el confundido.

Ella trató de respirar profundo, buscando tranquilizarse, y Matt al ver la situación en la que se encontraba su amiga, decidió intervenir para suavizar un poco las cosas.

–Diana, será mejor que nosotros nos retiremos para que ustedes puedan hablar con toda tranquilidad–pronunció el joven comprensivo.

Stella quiso acercarse, pero Matt no se lo permitió, así que tomando a la chica de la mano, la arrastró hacia el jardín.

–Teníamos que habernos quedado con ella, estaba aterrada, pude verlo en su rostro–recrimino Stella.

–Tú y yo no teníamos nada que hacer allí, Diana es una mujer muy valiente y sabrá cómo enfrentar este problema, y te voy a advertir algo, Stella, vi la manera en la que estabas mirando a Tom Bennett, y no me gustó para nada, siempre he sido muy considerado contigo, pero si le haces daño a Diana mi paciencia se terminará–le advirtió.

–Vaya, si hasta parece que estuvieras enamorado de ella y no de mí, Diana no necesita que la protejas tanto, te aseguro que se sabe defender sola–contestó indignada por las insinuaciones del asistente.

Stella se dio la vuelta pero cuando quiso marcharse del jardín, él la sujeto por la cintura, le dedicó una mirada intensa que la recorrió de pies a cabeza haciéndole sentir las más ardientes emociones. Su respiración estaba muy agitada y un ambiente de electricidad se respiraba por todos lados , el acercó los labios a los de ella capturándolos en un beso apasionado que se prolongó por varios segundos que parecían no tener fin.

–¿Todavía tienes dudas de qué eres tú quien me gusta?–Inquirió el con voz grave y la respiración al límite.

Ella sonrió para sus adentros, pero no pensaba demostrar absolutamente nada delante de Matt, le gustaba más de lo qué quería reconocer, pero ella buscaba a un hombre de un estrato social mucho más elevado que pudiera sacarla de la vida de estrecheces en la que siempre había estado inmersa.

Tom estaba desconcertado por la actitud de Diana, seguía abrazándola, pero ella continuaba sin abrir los ojos, y cuando por fin lo hizo, tenía la mirada perdida. El joven magnate tomó entre sus manos el rostro de la hermosa joven y en un sutil movimiento acercó sus labios a los de ella dándole un tierno beso, Diana se sentía como en un sueño, sentía que estaba flotando entre nubes de algodón por aquella primera experiencia que tan bien la hacía sentir, pensaba que por lo menos tendría la dicha de haber probado sus labios, de haber sentido su calor y esa cercanía con la que tanto había soñado. Entonces se separó un poco y la tomó de la mano, ella lo siguió y llegaron hasta donde se encontraba el sofá donde se sentaron juntos.

–Estás preciosa, pero me preocupa que sigas sin querer mirarme–expresó Tom con un tono de preocupación en su voz.

Diana sabía que había llegado el momento de la verdad, y era mejor ser sincera de una vez, no tenía caso seguir prolongando lo inevitable.

–No es que no quiera mirarte, Tom, lo qué pasa es que no puedo hacerlo–contesto con la voz quebrada.

–No entiendo lo que me quieres decir, ¿cómo que no puedes hacerlo?–Inquirió.

Las lágrimas caían de sus ojos empapando su bello rostro, pero se obligó a mantener el autocontrol y soltar las palabras que tenía atrapadas en su mente.

–Lo que sucede es que no puedo ver, Tom, hace algunos años tuve un accidente donde perdí la vista, por favor perdóname por no habértelo dicho antes, sé que tenía que haber sido sincera contigo y decirte la verdad desde un principio, pero tuve mucho miedo, miedo de qué no lo entendieras y estaba tan feliz contigo que me aterraba que aquella dicha pudiese terminar–exclamó con total sinceridad.

El permaneció en silencio tratando de encontrar las palabras y buscando sobreponerse de la impresión que se había llevado, Diana parecía una chica tan normal, que jamás hubiese cruzado por su mente que pudiera tener alguna discapacidad, lo cual para nada le importaba, pero necesitaba hacérselo saber sin que ella pudiera pensar en la posibilidad de qué él pudiese llegar a sentir lástima o algún otro sentimiento hacia ella.

–Entiendo que hayas sentido temor y que por eso no me lo hubieses contado, pero recuerda que en una pareja la verdad debe prevalecer en todo momento, Diana–le dijo con un tono indescifrable.

La mente de Diana era un caos en ese momento, no sabía cómo interpretar aquellas palabras que Tom le estaba diciendo, pero lo más lógico sería que él no quisiera estar con una persona como ella.

–Lo sé, y te pido que me perdones, fui muy cobarde y debí hablarte con la verdad desde un principio, así no hubieses tenido que venir hasta acá–expresó con un halo de tristeza en la voz.

–¿Pero qué estás diciendo?, ¿Piensas que me importa el hecho de qué no puedas ver?–preguntó un tanto desconcertado.

Ella estaba apunto de contestar, pero las palabras se ahogaban en su garganta, esos segundos se convirtieron en los más largos de su existencia, por eso no quería enamorarse, porque sabía lo que tenía que enfrentarse, generalmente el rechazo de las personas estaba presente en cada aspecto de su vida, pero se había sobrepuesto a todo, no obstante, esta vez la más dura prueba estaba frente a ella, y no sabía si tenía las fuerzas necesarias para poder luchar contra esto también. Al percatarse de qué no contestaba, entonces le abrazo con una infinita ternura que logró colarse hasta el rincón más profundo de su alma, y la besó con aquella intensidad que la hizo vibrar experimentando la más sublime sensación.

–Diana, estoy perdidamente enamorado de ti, de todo lo que representas, de tu esencia, de tu alma, de esa extraordinaria belleza que posees, y el hecho de qué no puedas ver, no cambia absolutamente nada, mis sentimientos siguen intactos, pero te pido que no vuelvas a ocultarme las cosas, que no existan más secretos entre nosotros, una relación debe estar basada en la comunicación y la confianza–propuso causando en ella la más grande de las alegrías.

–¿Estás seguro?–indagó con incredulidad.

–¿No te quedó claro?, porque si no es así podemos repetirlo las veces que sea hasta que te convenzas–respondió el con voz seductora.

Los dos sonrieron encantados, y Diana se sintió feliz de qué por fin podría dejar atrás la incertidumbre que le había agobiado por todos esos meses en los que no fue capaz de decirle la verdad a Tom.

– Será mejor que vayamos al jardín, Matt y Stella deben estarse preguntando por nosotros – sugirió ella.

– Tus amigos tendrán que esperar, supongo que comprenden que nosotros tenemos muchas cosas de qué hablar, y que hacer – musitó acercándose para después besarla.

Los besos de Tom provocaban en Diana una descarga eléctrica por todo su cuerpo, jamás imaginó que pudiera sentirse de aquella forma tan abrumadora a la vez, era como estar viviendo en un sueño, en una perfecta fantasía de la cual no quería despertar, sentía los brazos de Tom alrededor de su cintura y ella le rodea el cuello, respiraba su sensual aroma masculino y su corazón rebosaba de alegría. Luego de un rato a solas decidieron salir al jardín, y al verlos aparecer juntos con la felicidad dibujada en sus rostros, Stella no pudo disimular una mueca de desagrado, la cual no pasó desapercibida para Matt, que la conocía mejor que nadie.

– Al menos trata de fingir que te importa la felicidad de Diana– le dijo muy despacio para que nadie pudiera escucharlo.

– No sé de que rayos hablas, claro que me alegra la felicidad de Diana – contestó ella a la defensiva.

La joven pareja de enamorados llegaron hasta donde ellos se encontraban, y la charla se tornó bastante animada, pero como era de esperarse, Stella tuvo una de sus acostumbradas ocurrencias para poner a Diana en desventaja.

– Hace un día precioso, no es muy común que haya días así en Londres, ¿qué les parece si nos metemos a la piscina? Propuso Stella aún sabiendo que su amiga no sabía nadar.

– Me parece una idea maravillosa – respondió Tom emocionado.

– Me gustaría acompañarlos, pero no creo que en este momento pueda hacerlo, siento que me voy a resfriar – mintió ella para tratar de salir del paso.

Con lo que estaba sucediendo, Diana comprobaba qué esas pequeñas diferencias significarían obstáculos latentes en su relación, después de todo, su novio era un muchacho normal que quería hacer cosas que frecuentemente hacían los jóvenes, en cambio ella, se limitaba demasiado debido a su condición, siempre fue muy insegura y necesitaba dejar sus miedos atrás si no quería echar a perder aquello tan bonito que estaba empezando a construir con aquel chico tan maravilloso.

– Entonces será mejor que tú y yo nos quedemos aquí mientras Matt y Stella disfrutan de la piscina – solidarizó Tom.

– Claro que no, tú debes acompañarlos, tal como dijo Stella hace un día precioso y es justo que lo aproveches, en los vestidores encontrarás todo lo necesario –.

– Pero no quiero dejarte sola, mi amor–.

– No pasa nada, cariño, además estarán a sólo unos metros de aquí, por favor, ve a divertirte – le pidió la joven.

Dentro de unos minutos todos estaban vestidos para entrar en la piscina, Stella salió con un diminuto bikini que no dejaba nada a la imaginación, capturando la atención de los caballeros presentes, por supuesto que Tom la miró discretamente, pues respetaba demasiado a su novia, no obstante, la espectacular belleza de Stella era imposible que pudiese pasar desapercibida.

– ¿No pudiste ponerte algo más discreto? – inquirió Matt una vez qué Tom se alejó nadando.

– No voy a ocultar mi belleza debido a tus celos enfermizos, querido, así que será mejor que te aguantes – replicó con una sonrisa de satisfacción al darse cuenta del efecto que había causado.

Matt no quería seguir discutiendo, y mucho menos que Tom o Diana se dieran cuenta de lo que estaba pasando, así que también se apartó dejando a Stella en la orilla de la piscina, quien no perdió la oportunidad de tomar su teléfono y enviarle un mensaje a Diana.

– No me gusta verte apartada en un rincón, deberías acercarte al menos a la orilla de la piscina – le escribió con toda intención.

La chica recibió el mensaje y como siempre no percibió ninguna mala actitud lo que su amiga le decía, pensó que ella tenía razón, que no era conveniente que se quedara sola y triste en las sillas del jardín, así que caminó con toda seguridad hasta el borde de la piscina, ella conocía muy bien los espacios, pero no contaba con que la perversa Stella había colocado algunos obstáculos. Diana caminaba y cuando estaba apunto de llegar tropezó con un objeto provocando su caída inminente al agua.

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