Seduciendo a mi jefe gay

Una vez que estoy lejos de mi jefe y su indiscreto amigo me encierro en la salita de café, donde me dejo caer y entierro mi cabeza entre mis piernas, demasiado anonadada por lo que sucedió.

—¡Maldita sea! Ese hombre frotó su pene contra el mío. ¡Es un pervertido! —chillo al recordar cómo me movía sobre su cuerpo, pero de un momento a otro recuerdo que yo no tengo pene, ante lo cual no sé si sentirme aliviada o aún más confundida de lo que ya estoy.

»¿Por qué tenía que entrar el señor Luca en el momento en que caí sobre mi jefe? —me lamento—. Ahora pensará que estaba seduciendo a mi jefe gay, no me cabe duda de que le gustan los hombres y por eso coquetea conmigo. ¡Puede que incluso esté enamorado de un hombre que no existe! —musito al recordar el beso que nos dimos y la forma en que me mira desde hace unas semanas.

Desde hace un tiempo me he planteado la posibilidad de renunciar debido a la actitud de mi jefe para conmigo, pero solo me abstengo debido a que gran parte de mi sueldo
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