16. REBELDÍA Y TENTACIÓN
AVA
La temperatura del aire acondicionado comenzó a soplar desde abajo más fría que el Polo Sur, congelándome las piernas al descubierto.
Miré a un lado con indignación, temblando y con la piel de gallina.
Él se había puesto a leer el tablet como si fuese inocente y este atropello no tuviese que ver con él.
¿Dónde estaban mis controles?
Miré a mi puerta.
Si se comportaba como un chiquillo, yo también podía hacer lo mismo.
Había muchas teclas y no supe exactamente cuál toquetear, así que me puse a pulsarlas todas.
La temperatura no subía y ya estaba con los dientes castañeándome, pero en ningún momento me cubrí las piernas.
Repentinamente, el sonido del cristal tintado en el medio, me hizo mirar adelante.
Se comenzaba a cerrar lentamente y no tenía ni idea de cuál tecla lo había accionado.
Los ojos del chofer se cruzaron con los míos una fracción de segundo y la verdad no sabía si se estaba riendo o compadeciendo.
Lo único que logré en mi arrebato fue encerrarnos a mí y a Gr