El deseo de los amantes

Una vez que ella dijo aquellas palabras, fue la sentencia

para ambos. En toda su vida jamás sintió ese deseo por estar con alguien y por

primera vez quería ser mala para romper las reglas. Hana actuaba fuera de sus

cinco sentidos, cosa que nunca haría, pues era una persona que pensaba con dos

dedos de frentes y que siempre hacía todo metódicamente. Silvia se burlaba de

ella por ser una persona aburrida, hasta le decía que era una vieja para la

edad que tenía. Sin embargo, había algo en el olor de Adrián que la hacía

perder completamente la razón y se dejaba entregar a su omega interno, quien,

con sumisión, se dejaba guiar por el alfa. Adrián besó su cuello y lamió con

suavidad, esto le provocó un pequeño espasmo en todo su cuerpo. Él la observó

de los pies a la cabeza. Ella se sonrojó al instante ante la mirada tan fuerte

del alfa sobre su cuerpo.

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