Giovanni se había pasado la mañana trabajando, al igual las últimas dos semanas. Siempre era el primero en llegar y el último en irse. Sin embargo, Samantha lograba colarse entre sus pensamientos tan pronto se tomaba un descanso y, sin importar cuan agotado terminara al final del día, su mente volvía a ella antes de dormir.
A menudo se preguntaba qué estaría haciendo y si ya lo había superado. Algunos días se había sentido tentado a buscarla, pero no había cedido.
Un par de golpes sonaron en la puerta y lo devolvieron a la realidad.
—Giovanni —saludó su padre entrando a la oficina.
—Papá. —Se puso de pie para saludarlo.
Él le dio un abrazo, luego dio un paso atrás y observó la oficina como si estuviera buscando algo.
—Sin cables que te aten a este lugar y aun así has estado pasando demasiado tiempo aquí.
—¿Qué te trae por acá? —preguntó, en lugar de caer en su juego.
—¿Acaso necesito un motivo para ver a mi hijo?
—No.
Su padre se sentó y Giovanni lo imitó.
—Además, si dieras señales