129. El Ejecutor
Emma reía mientras saltaba tras las burbujas que Nathan soplaba, y King ladraba, mordiendo el aire. Isabella observó desde el porche y atesoró cada risa, cada destello del sol en el césped.
—¡Otra, Nathan! ¡Una más grande! —pedía Emma, con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo y la risa.
—Esta vez la atraparé —prometió la niña, preparándose como una pequeña cazadora.
Isabella acarició su vientre de cuatro meses bajo la tela de su vestido ligero. La tibieza de la semana era la antesala del invierno que se avecinaba.
Titans iba mejor que nunca y Emma al fin parecía sentirse en casa. Todo era perfecto… salvo ese eco de ansiedad que no desaparecía.
Su teléfono vibró dentro del bolsillo de su vestido con un número desconocido en la pantalla. Frunció el ceño antes de responder y alejarse unos pasos.
—¿Diga?
—Tiene una llamada del Centro Penitenciario Estatal —anunció una voz automatizada—. El recluso James Kingston intenta comunicarse con usted. Para aceptar la llamada, presione uno. Par