Nos quedamos en la misma posición por unos minutos, la abrazaba fuerte contra mi, no sé cómo lo hacía, pero calmaba todo el dolor que sentía adentro. Levanté mi rostro y la miré, pude notar que ella también había llorado, así que con mi pulgar limpié delicadamente los restos de lágrimas y me quedé mirando sus preciosos ojos.
Su mirada bajó hasta mis labios y luego nuevamente en mis ojos. Ella sonrió y luego se acercó a mis labios, rozándolos con los suyos.
—¿Tenes idea de las ganas que tengo de besarte? —susurró.
Nuestras narices chocaron y uní nuestros labios en un beso desesperado, ella lo correspondió de la misma manera, su boca caliente jugaba con la mía y aún no podía entender cómo había hecho para no besarla durante todos estos días.
Sus labios eran la perdición.
Comenzamos a caminar hacia atrás sin separarnos, su espalda chocó contra una de las paredes de madera y jadeé al sentir