El día tan esperado había llegado. La primavera florecía con todo su esplendor, y el ambiente estaba cargado de emoción y amor. La casa de campo, adornada con flores frescas y manteles blancos con detalles dorados, estaba lista para recibir a los novios y sus invitados. Todo estaba planeado a la perfección para que Carolina e Ismael tuvieran un día inolvidable.
Unos días antes de la boda, Carolina había probado su vestido en compañía de Verónica y Gloria. El diseño elegido por su madre era simplemente perfecto: un vestido corte princesa, con mangas tres cuartos, hombros descubiertos y delicados bordados sobre la falda de tul brillante. Carolina se vio en el espejo con los ojos llenos de emoción.
—Estás hermosa, mi niña —dijo Gloria con lágrimas en los ojos, sosteniendo a Alice en brazos.
Verónica sonrió con orgullo, acomodando un mechón del cabello de su hija.
—Sabía que te iba a encantar. Es exactamente lo que imaginé para ti.
Carolina suspiró y abrazó a su madre y su abuela, si