Capítulo 80
Marisol permaneció en silencio. Las dos se quedaron así hasta que Marisol logró ponerse de pie temblorosamente, apoyándose contra la pared. Su voz sonaba aún más ronca que antes.

Con la cabeza baja y el cabello cubriendo parcialmente su rostro desaliñado, suplicó: –Señorita Vargas, por favor, ayúdeme, no puedo perder a Lorena...

Lorena era toda su esperanza en la vida. En ese momento, ni siquiera se atrevía a recordar la escena cuando la encontró en la bañera, con toda el agua teñida de un rojo cegador.

–Señora Sarmiento, la única que puede salvarla es usted –tras una larga lucha interna, Marisol finalmente cedió– ¿Qué debo hacer?

Intercambiaron información de contacto. Como hoy no era un buen momento para hablar dado su estado emocional, Ana le sugirió que descansara esa noche, señalando que seguramente Lorena tampoco querría verla en ese estado.

Al regresar a la habitación, la presencia de Manuel resultó inesperada. Suspiró y dijo: –Señora Sarmiento, alguien ha presentado una denunci
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