La mujer se tensó por un instante. Luego aceleró sus pasos para irse. Ana quiso seguirla, pero con el atacante bajo su pie, solo pudo dejarla ir con frustración.
Sara abrazaba a Bella, aún conmocionada.
La niña, asustada y con la voz ronca de tanto llorar, se desmayó en brazos de Sara.
—¡Bella!
Sara gritó aterrorizada.
Sin importarle el caos a su alrededor, tomó a Bella en brazos y corrió hacia afuera, entre la multitud agitada y el ruido ensordecedor que mareaba a cualquiera.
Afortunadamente, las sirenas de la policía se acercaban cada vez más, acompañadas de una ambulancia blanca.
El agresor fue esposado con éxito y llevado por la policía.
Emanuel, vestido con un impecable uniforme policial y de facciones duras, miró a Ana con una expresión indescifrable.
Ana inclinó ligeramente la cabeza como saludo.
Luego, señalando a Luciana y Cristina que intentaban escapar de la cafetería, dijo: —Oficial Vargas, quiero denunciar a estas dos personas por conspirar para secuestrar a una niña.
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