Ana y los Ramírez habían llegado a esta situación por su propia culpa.
—No estoy muy segura, ¿qué pasa con Ana y él? —Isabella fingía ignorancia mientras por dentro ardía de celos. —Nada... —Mateo levantó la vista casualmente y sus palabras se apagaron. La furia volvió a inundar sus ojos con un rojo aterrador.
Desde su ángulo, podía ver medio rostro de Ana en una postura íntima y cariñosa con un hombre que no era Javier. —Mateo, Mateo... ¿pasó algo? —La voz ansiosa de Isabella lo devolvió a la realidad. Sin explicar, dio algunas excusas vagas y colgó. Cuando volvió a mirar, la pareja había desaparecido.
El corazón de Ana seguía acelerado mientras recogía a Lucía. Su mente repetía el momento en que Gabriel se acercó: —No te muevas, tienes un insecto en el pelo —Ana, que no temía a nada excepto a esos bichos blandos y resbaladizos, se había lanzado a los brazos de Gabriel en un instante.
—Ana, ¿por qué estás tan roja? ¿Tienes calor? Abre la ventana para que entre aire... —La voz de Lucía