Paula entró apresuradamente. Vestía correctamente su uniforme escolar; bajo la estricta educación de Fabiola, había corregido bastantes de sus malos hábitos anteriores.
Al menos se había alejado de la etiqueta de "chica mala".
Se lanzó inmediatamente a los brazos de Mateo, con lágrimas que no pudo contener.
—Paula, ¿quién te ha hecho daño?
Mateo dejó que Paula lo abrazara. Solo tenía esta hermana, a quien había mimado desde pequeña. ¿Cuándo había sufrido tal angustia?
—Dímelo, yo me encargaré de vengarme.
Con alguien consolándola, las lágrimas de Paula fluían sin control, como si quisiera desahogar todos los sufrimientos acumulados durante años.
Al ver esto, el cuidador, con gran perspicacia, salió de la habitación, dejando el espacio para los hermanos.
Por un momento, en la habitación solo se escuchaban sollozos y sonidos de nariz.
Cuando terminó de llorar, Paula levantó la cabeza y miró a Mateo con ojos enrojecidos:
—Mateo, qué bueno que estés bien.
Desde que su padre Camilo trajo a