A la mañana siguiente, Ana fue despertada por el timbre de una llamada entrante.
Respondió aún adormilada, hasta que reconoció la voz familiar y se despertó de golpe.
—Ana...
Con un golpe seco, Ana colgó decidida.
El sueño residual desapareció instantáneamente. Mateo realmente era como un fantasma que no la dejaba en paz.
Hacía tiempo que había bloqueado su número, ¿cómo había conseguido uno nuevo para llamarla?
Esta situación la irritaba profundamente.
Anoche no le había dejado ni un ápice de dignidad a Mateo, echándolo abiertamente.
El Mateo de veintiséis años, con recuerdos retrocedidos a los dieciocho.
Ana conocía perfectamente al Mateo de esa época.
Lleno de vigor y con un orgullo extremo.
Ante una situación como esta, definitivamente no volvería a acercarse.
Pero al día siguiente la había llamado, a pesar de que ella lo había humillado.
'Ding-dong—'
El tono de un mensaje interrumpió los pensamientos de Ana.
[Ana, tengo fiebre. ¿Podrías venir a verme? Estoy en el Hospital Nueva Es