La voz de la mujer llegó antes que su presencia.
—¡Camilo!
Una voz femenina y clara se acercaba rápidamente. Enseguida, una mujer pequeña entró corriendo por el vestíbulo.
Su suave cabello negro caía naturalmente sobre su espalda, sus facciones eran delicadas y su piel blanca.
A primera vista, no era impresionante.
¿Esta era la amante de Camilo?
¿No tenía problemas de visión?
¡Esta mujer no tenía comparación con Fabiola!
Una era una persona común, la otra una señorita de la alta sociedad. ¿Acaso Camilo estaba ciego?
—Luciana, ¿por qué viniste? ¿No te dije que me esperaras tranquila?
El tono de Camilo llevaba cierto reproche, pero su expresión mostraba indulgencia.
Con sus cincuenta años, gracias a su constante ejercicio, tenía un cuerpo robusto que lo hacía parecer un hombre de treinta o cuarenta.
Su piel era de un saludable color bronce. Cuando Luciana se paró junto a él, como un pajarillo buscando refugio, su blancura casi reflejaba la luz.
La diferencia de tamaños entre ellos habría