Ninguno de los cuatro sabía lo que Ana pensaba o decía.
En el reservado del restaurante, Tadeo pedía entusiasmado todos los platos especiales de la casa.
—Ana, mira si quieres algo más, ¡pide lo que quieras! ¡Hoy invito yo!
Crisis superada con éxito.
Su familia no lo había contactado, seguramente no sabían nada de la reunión.
En cuanto a Mariana...
En su memoria, ella no era una chismosa.
Si hablara...
¡Tendría que armar un escándalo!
Empujando el menú hacia ella, Tadeo seguía sin entender cómo Mariana se había enterado de la reunión de padres.
¿No podría ser que de repente se preocupara por él?
Sería demasiado aterrador.
Tadeo se estremeció, sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos.
—Con lo que has pedido es suficiente —dijo Ana.
Los gustos de Ana y Tadeo eran casi idénticos: ambos preferían lo picante y evitaban lo ácido.
Después de entregar el menú al camarero, Tadeo miró su teléfono.
Tecleó rápidamente y, segundos después, levantó la mirada hacia Ana.
—Ana, Gabriel acaba de