En plena fase de preparación para los exámenes de ingreso a la universidad, él formaba parte del grupo rebelde de la clase.
Tenía suficiente inteligencia, pero no la aplicaba al estudio.
A menudo entregaba exámenes en blanco.
Más tarde, supuso que los Herrera habían hablado con Ana, y ella comenzó a supervisar sus estudios.
Cuando no entendía algún problema, ella se lo explicaba una y otra vez con paciencia.
El joven y orgulloso Mateo no se doblegaba ante nadie, excepto ante Ana.
Los recuerdos eran extrañamente dulces. Antes se llevaban tan bien, ¿cómo habían llegado a esta situación actual?
Mateo experimentó un momento de confusión.
Cuando volvió en sí, la reunión había terminado.
A su izquierda ya no quedaba rastro de Ana.
Mateo se levantó y salió.
Paula y los demás esperaban fuera del aula.
—Señor Herrera, ¿le gustaría acompañarnos a comer? —invitó Mariana.
Estaba arreglada con elegancia.
De pie, formaba parte del paisaje con naturalidad.
Alguna vez hubo quienes intentaron emparejar