Capítulo 17
Alejandro la miraba desde arriba con aire triunfante:

—Ana, mejor ahorra tus energías. ¡Con esta droga, hasta la más digna terminará arrastrándose como una miserable perra!

A pesar del malestar que invadía todo su cuerpo, Ana logró responder:

—¡Alejandro, esto es un delito!

Como si hubiera escuchado un gracioso chiste, Alejandro soltó una carcajada vulgar. Cuando finalmente se calmó, le respondió:

—Ana, ¿qué pruebas tienes de que estoy cometiendo un delito? No he hecho nada en lo absoluto.

Sabía que la droga que había usado era indetectable después de ocho horas, incluso con equipos profesionales. Si Ana lo acusaba de violación, él tenía un video que mostraría que todo fue consensual, incluso si quería podría voltear la situación a su favor.

Mientras Alejandro se perdía en sus fantasías sobre Ana, decidió no apresurarse. Quería verla suplicar de rodillas, sin dignidad alguna, como una miserable perra. El tiempo pasaba con gran lentitud mientras la droga comenzaba a hacer efecto, y Ana
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