La publicación de Ana era clara, ordenada y completa en evidencias, fácil de entender.
Jorge no sabía si era que él estaba siendo demasiado sensible, pero su intuición le decía que la explicación más razonable para el tratamiento que los Ramírez daban a Ana era que ellos ya sabían que no era su hija biológica.
Al expresar esto en voz alta, recibió la aprobación de Gabriel. Ambos habían llegado a la misma conclusión.
Ya en el coche, Jorge preguntó:
—Y tú, ¿qué piensas hacer?
Gabriel se quitó las gafas con una mano. Sus largas pestañas ocultaban sus pupilas oscuras mientras respondía con voz despreocupada, pero cargada de una frialdad cortante:
—Los que han maltratado a Ana no se escaparán, ni uno solo.
Su actitud protectora hizo que Jorge chasqueara la lengua.
—Si Mariana supiera que tienes esta faceta, quién sabe cómo se le rompería el corazón.
Mariana era la hija adoptiva de los Vargas. Desde pequeña había estado enamorada de Gabriel. Durante sus años de estudiante no dejó de persegui