Su largo cabello negro estaba recogido en la parte posterior con un pasador, y algunos mechones caían junto a su rostro enmarcándolo.
Sus rasgos eran serenos, con un aire naturalmente distante.
Las miradas de Paula y Ana se encontraron en el aire.
Esta última arqueó una ceja y esbozó una ligera sonrisa.
Paula apretó las manos y, debido a la presencia de Tadeo, dijo con una sonrisa forzada:
—Lo siento, Ana, he reservado todo el local y no se permite la entrada a extraños.
Mientras hablaba, le hizo una señal al camarero cercano, indicándole que los echara.
Pero apenas dio un paso cuando Tadeo intervino:
—Paula, yo invité a Ana. ¿Has quedado con alguien más? Entonces no te molestaré.
Tadeo era completamente ingenuo.
No se había dado cuenta de que devolver los deberes era solo una excusa, y que el verdadero objetivo era cenar con él.
Paula se centró únicamente en la primera parte de lo que dijo Tadeo.
¿Ana conocía a Tadeo?
¡Imposible!
Aunque Ana y Tadeo compartían el apellido Vargas, exist