—Pues a mí me parece bien vivir aquí. Para ser sincero, a mí también me gusta Ana.
Gabriel se volvió, posando su mirada en Tadeo con su pijama.
Sus ojos tras las gafas se entrecerraron peligrosamente.
—¿Ah, sí?
Tadeo, acostumbrado a ser despreocupado, no notó el repentino cambio en el ambiente.
Fue a la nevera y sacó dos botellas de agua mineral.
—Desde la primera vez que vi a Ana me gustó. Sentí como si la conociera de antes.
El "gustar" de Tadeo era diferente al de Gabriel.
Él simplemente quería estar cerca de Ana, incluyendo estos días en que había conversado entusiastamente con ella, todo impulsado por su subconsciente.
Con Ana, Tadeo no tenía secretos.
Decía todo lo que pensaba.
También compartía chismes del círculo social sin parar.
Incluso los asuntos de los Vargas, los soltaba todos de golpe.
Aunque apenas se habían visto menos de tres veces, Tadeo carecía de toda precaución o desconfianza básica.
—Gabriel, agradezco tu buena intención, pero prefiero quedarme aquí. En el peor d