Capítulo 4.

Devan

Apuesto por todo porque me robaste el corazón, pero, yo quiero algo más. No me basta con pequeños momentos en los que tengamos conversaciones sinceras y profundas, ni con compartir durante mi horario laboral en la oficina, ni con comportamientos que cambien a cada hora. Te necesito a ti, Winter, y no importa cuánto deba perder por ello. Haré que confíes en mí, porque acabo de encontrarte y no pienso en perderte siquiera. Estoy dispuesto a arriesgarlo todo por tu amor, si eso es lo que necesitas para darme una oportunidad y confiar en mí.

Luego del almuerzo que tuvimos, regresamos a la oficina y nos la pasamos trabajando por horas y horas. Ella se fue alrededor de las ocho y yo salí minutos después. Llegué a casa, sin esperar encontrarme con mi primo menor y un par de muchachas.

—Devan, primo, todos te estábamos esperando —se acercó a abrazarme y noté el tremendo olor a alcohol en su cuerpo. Mi primo menor era un desastre cuando se trataba de las fiestas y aunque yo era exactamente igual, eso ya ha dejado de ser así.

—Alejandro , no tengo tiempo para esto. Hazme el favor y acompaña a las señoritas a la puerta —le indiqué frunciendo el ceño. No deseaba tener una de esas noches en las que lo único que importaba era pasársela bien. Y mi primo bien sabía que ese ya no era mi estilo de vida desde hace mucho tiempo.

—¡Devan, tienes qué divertirte! —Empezó a bailar y en ese momento supe que iba a perder mi paciencia si continuaba molestando de la misma forma.

—Alejandro, he dicho que acompañes a las señoritas hasta la salida porque yo no estoy de humor —volví a ordenarle, pero, él hizo caso omiso a mi petición y continúo bailando con las muchachas—Alejandro...Hoy no va a haber ninguna fiesta, que te quede claro.

—Ay, no, Devan, ni siquiera te atrevas a decirme que de nuevo vas a ponerte a llorar porque extrañas a Olivia —al solo escuchar ese nombre, me dieron unas tremendas ganas de llorar.

—Esta vez no es por Olivia, simplemente quiero estar en mi casa tranquilo mientras descanso ¿Puedes entenderlo? Llévate a las señoritas que no tengo ganas de nada ¿Te ha quedado claro? —Rápidamente él comprendió y acompañó a las chicas hasta la salida. Me senté en una de las sillas del comedor después de tomar una cerveza de la cocina. El nombre de Winter ha estado rondando en mi cabeza en las últimas horas y ahora, no soy capaz de dejar de pensar en ella y todo lo que sentí en el momento que compartimos. Nunca me había sentido así.

—Muy bien, supongo que ya vas a decirme qué carajos te sucede —mi primo menor que yo se cruzó de brazos luego de sentarse frente a mí—Sinceramente, creo que ya has tenido suficiente sufrimiento por tu ruptura con Olivia.

—El rompimiento con Olivia fue hace mucho, y ya ha dejado de afectarme de la misma forma que antes —indiqué fastidiado. Olivia fue la mujer de mi vida, era cierto, no obstante, habían pasado más de once meses desde que ya no la veía. Ella fue una de mis secretarias y bueno, el romance surgió de pronto, y para evitar inconvenientes dejó de trabajar para mí mientras continuábamos con nuestra relación, la cual duró cerca de nueve meses. Fue corta, pero, maravillosa en todos los sentidos. No he sido capaz de amar a otra persona de la manera en que la amaba a ella—En realidad, lo que me incomoda ahora mismo es una nueva mujer.

—¿Una nueva persona en tu vida? Necesito que me cuentes más —comenzó a prestarme atención dejando su teléfono celular en la mesa.

—Winter Howland, la chica que va a escribir mi libro biográfico —le confesé en medio de risas—Esa mujer me encanta, de tantas maneras. Es inteligente, seria y sabe muy bien las cosas que quiere. Solo que no parece rendirse ante mis encantos y no sé si ese es un gran problema o una excelente ventaja.

—Bueno, es que en realidad no todas las personas son tan fáciles de conquistar y eso lo sabes. Lo que realmente me sorprende es escuchar que te gusta otra chica después de tu historia de Olivia. Me alegra que por fin estés logrando sacar a esa mujer de tu vida y de tu cabeza, y te des una nueva oportunidad.

—Me gusta Winter, sin embargo, parece que yo no le gusto a ella —esbocé una mueca al recordar cada una de sus palabras. Yo le invité a que creemos una historia entre los dos en Saturno, y ella me respondió que, de ser así, allí vivirá todo aquello que nunca tuvimos. De esta forma, me ha dicho que no tiene la más mínima intención de intentar cualquier tipo de relación conmigo.

—Devan, entonces, te deseo suerte con eso —apuntó.

—Es bonita e inteligente, incluso lo más es mucho más que Olivia —comenté recordando que mi anterior pareja era muy buena con las letras, sin embargo, con los números era una desgracia, al contrario que Winter que sabe hacer varias cosas. Sé que no se debe comparar a las personas, sin embargo, no soy capaz de evitarlo.

Winter

Rodé los ojos en cuanto August me ofreció un trago. No quería emborracharme, puesto que lo único que quería era continuar pensando en lo sucedido con mi nueve jefe en la tarde.

—August ¿Si te cuento algo muy personal, no se lo contarías a nadie? Ni siquiera a nuestras amigas —Cuestioné poniéndome nerviosa.

—Sabes que todo lo que conversamos suele ser confidencial —me sonrió—Así que ya dime que te tiene tan preocupada, como nunca, no quieres ni probar un trago y mucho menos salir a la pista a bailar un poco.

—Mi nuevo jefe, el señor Devan Reed es lo que me sucede —anuncié con molestia.

—No me digas que es de esa clase de jefes a los que quieres golpear cada vez que lo tienes a tu lado —dijo a manera de broma y empezó a reír sin control, pero, eso acabó en cuanto me vio asentir—Ay no, lo siento tanto por ti, inviernito.

Hice un puchero al escuchar el mismo apodo que siempre acostumbraba a usar cuando nos encontrábamos a solas.

—Además de ser de esos hombres egocéntricos, se ha atrevido a acorralarme mientras intentaba besarme...Y esa no es la peor parte —cerré los ojos para prepararme—Lo peor de todo es que deseaba que me besara con todas mis fuerzas ¿Acaso eso está mal?

—Bueno, sí, claro que eso está mal inviernito. No puedes tener tales fantasías con tu jefe, porque como tú misma dices, es cero profesional.

—¿Crees que no sé si tener esos pensamientos me hace una loca? —Bufé—Sí, sí, ya me di cuenta que soy una completa idiota, más aún cuando me doy cuenta que tan solo conozco a mi jefe hace dos días.

—¿Dos días y ya te tiene así? —A este punto, nada podría causar que su risa desapareciera.

—Ni me lo digas, por favor —seguí bebiendo mi trago—Y tengo que estar a su lado durante cuatro meses por culpa de ese maldito libro. Desde ya, sé muy bien que todo ese tiempo se convertirá en mi mayor martirio.

—El consejo que puedo darte es que no debes permitir que el hombre se dé cuenta que no tienes experiencia alguna en cuanto a un romance ¿Está bien? Y es que, si se lo dices, se convertirá en un martirio mucho más grande de lo que ya es.

El corazón se me detuvo al recordar que ya hice que se diera cuenta de ello. Y por la mirada que había en mi rostro, August pudo darse cuenta de lo que estaba pensado. Era mi amigo desde hace años y en ocasiones, me conocía mejor de lo que yo misma lo hacía. Habíamos atravesado tantas situaciones juntos, desde un viaje a la playa hasta momentos en los que la depresión y la ansiedad eran los protagonistas.

—Winter, si no eres más tonta porque el mundo no puedo permitírtelo ¿Dejaste que se diera cuenta de tu corta experiencia? ¡Si serás estúpida! —Me golpeó el hombro con delicadeza.

—Sí, sí...Lo hice, pero, fue sin querer...—me quedé en silencio recordando lo ocurrido:

—Se nota que jamás has tenido una conversación de esta clase con un hombre...—Rió bajo y luego hizo que sus ojos y los míos se encontraran.

—¿A qué se refiere con eso, señor Reed? —Arrugué la nariz lista para perder la poca compostura que me quedaba.

—A qué no tendrías razón por la cual sentirte así y enojarte tanto solo por un hombre te haya confesado que despiertas cierto interés en él —sus ojos eran como un agujero profundo en el que no querías entrar. Me tomé un momento para suspirar y lo obligué a que me soltara.

—¡Qué buen trabajo que has hecho, inviernito! —Casi gritó con sarcasmo.

—Cállate August, deja de decirme inviernito —odiaba el maldito apodo más de lo que odiaba al bendito señor Devan Reed.

Pasamos alrededor de dos horas más en el bar, y llegué a casa casi a medianoche.

—¿Apenas llegaste, Winter? —Mi madre entró a mi habitación mientras yo me cambiaba. Asentí lentamente—¿Por qué tan tarde, cariño?

—Salí de la oficina a las ocho y luego fui a beber con August —le dije al mismo tiempo que me sentaba en mi escritorio y bebía un poco de agua. Mi madre enarcó una ceja y después se echó a reír con fuerza. Nunca nos mentíamos la una a la otra puesto que ella me enseñó que siempre será mejor decir la verdad, a ver si se podía arreglar algo.

—Estábamos esperándote para la cena, pero, está bien, sé que tienes otras personas a las que quieres de igual manera —se sentó en mi cama y me sonrió—¿Cómo te fue en el trabajo?

—Muy bien, mamá —mentí.

Es cierto. Acabo de decir que no hay secretos entre las dos, sin embargo, me avergüenza contarle acerca de mis desgracias amorosas.

—Me alegro que te esté yendo bien con ese empresario reconocido —se acercó hasta mí para dejar un beso lento en mi frente y luego en mi mejilla. Sus besos se sentían como una suave brisa que provenían de un precioso ángel.

—Sí, tienes razón.

—Vete a dormir, mi niña, que mañana debes ir a trabajar. Y como todos los días, no olvides que me siento muy orgullosa de las cosas que haces —besó el lóbulo de mi oreja—Mi Winter, eres la luz de mis ojos.

—Te amo, mamá —respondí cerrando los ojos—Te amo mucho, no lo olvides.

—Te amo, Winter. Sueña con los angelitos —se despidió moviendo su mano de un lado a otro y desapareció de mi vista en un par de segundos. Dejé salir un quejido y me recosté en la cama. Estaba agotada y era bastante tarde.

Estaba por comenzar a conciliar el sueño, no obstante, la vibración de mi teléfono me obligó a revisarlo. Al encenderlo, no podía creer lo que decía el mensaje y mucho menos el remitente. Devan se había tomado la molestia de escribirme lo siguiente:

Buenas noches Winter, le comento que no he dejado de pensar en usted las últimas horas.

Buenas noches, señor Reed, déjeme decirle que esto es bastante inapropiado. Por cierto ¿Cómo es que consiguió mi número telefónico?

Tu hoja de vida me lo contó. Y no se atreva a decirme que esto es inapropiado una vez más, por favor.

Bueno, entonces, señor Reed, procederé a apagar mi teléfono y lo veré en el trabajo.

Ni siquiera se atreva...

No terminé de leer el mensaje porque apagué mi teléfono y tomé las cobijas entre mis manos para taparme hasta el cuello. Me moría del frío, a pesar que me encontraba sumamente molesta por las actitudes que el señor Reed estaba teniendo conmigo. Me preguntaba que había hecho para darle esa confianza y que dejara de ser un hombre egocéntrico a ser uno que se la pasaba coqueteándome casi todo el tiempo. Pensar en dicha situación me causaba un tremendo dolor de cabeza. Los meses siguientes estarían llenos de enredos, sobre todo los del tipo amoroso. No dejaba de preguntarme si él me estaba molestando porque de verdad era un casanova y no quería que una chica se negara a rendirse ante sus encantos o si en verdad le gustaba. Quizá no conozca la respuesta si no lo averiguo.

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