Capítulo 3.

Winter

Crucé las piernas y me senté recta en cuanto el señor Reed consiguió una mesa para ambos. Había comenzado a fijarme en la clase de cosas que le gustaban lucir, a esto me refería con los carísimos trajes que vestía, relojes de las mejores marcas, corbatas de diferentes diseños que le ayudaban a lucir un poco más elegante, el cabello bien peinado y una sonrisa de lado. Por mi parte, siempre optaba por usar trajes de oficina, de distintos colores, tacones altos y bolsos de trabajo que me resultaran cómodos para llevar las cosas que solía usar y maquillaje ligero que no me hiciera parecer mucho mayor de lo que era naturalmente.

—Bueno, señorita Howland, en primer lugar, quisiera aprovechar para decirle que me parece que su nombre es muy especial —soltó sin previo aviso, logrando sonrojarme de inmediato, pero, me reincorporé y tragué saliva rápidamente.

—Gracias, señor Reed. Mis padres eligieron ese nombre para mí porque nací durante el invierno, exactamente el 17 de febrero —ni siquiera yo misma supe la razón por la que tuve que decirle algo tan personal como aquello. Me arrepentí al instante, puesto que acababa de darle inicio a una conversación sobre asuntos personales.

—En tal caso, tiene mucho sentido —Devan me sonrió—Winter, me gustaría que me llamaras Devan en lugar de señor Reed.

¿Así? ¿Por qué? He de admitir que a pesar que un principio me pareció que usted era un hombre bastante egocéntrico y demás, se ha comportado exquisitamente bien conmigo. Y lo aprecio, aunque, no se lo diga directamente.

—Siempre he preferido no saltarme las reglas, señor Reed. Usted es mi jefe, de una u otra forma, y yo estoy trabajando a su lado por un proyecto suyo, al fin y al cabo —respondí.

—Deja las reglas de lado una sola vez, Winter. Creo que nuestras edades no son muy distantes, en lo absoluto —quizá, ni sabía cual era la edad de mi nuevo "jefe"—Me presento, esta vez fuera de la oficina y como una persona común y corriente, mi nombre es Devan Reed, y tengo veintisiete años. Vivo solo y no salgo con nadie.

Me encogí de hombros y supe que no tenía otra opción que presentarme de la misma forma que él acababa de hacer.

—Winter Howland, veinticuatro. Todavía vivo con mis padres y mis dos hermanas pequeñas debido a que mi hermano mayor se casó meses atrás.

—¿No te gustaría comenzar a vivir sola?

—La verdad es que no sé. Le tengo mucha confianza y cariño a mi familia, y no me molesta vivir a su lado. Tal vez dentro de un tiempo, me vaya de casa, sin embargo, no creo que eso sea muy pronto —negué y me obligué a mí misma a darle una pausa a la conversación que estábamos teniendo—Discúlpeme, no obstante, no suelo hablar mucho de mi vida personal.

Era cierto. Durante toda mi vida, mis padres habían sido muy protectores conmigo y no podía entregarle mi confianza con tanta facilidad a personas que acababa de conocer. Mi círculo de amigos no era tan grande, pues, en él solo se encontraban; Hope, mi amiga de la escuela; Evangeline, una gran compañera y amiga cercana a la que conocí en mis tiempos de universidad y August; un muchacho al que había conocido en una situación muy graciosa en el parque de diversiones cinco años atrás.

—Lo que digamos o hablamos aquí, no va a ser de conocimiento de otras personas —señaló dejando de ver el menú.

—Disculpa ¿Debería confiar en ti? Es decir, no nos conocemos ni mucho menos...Se supone que nuestra relación no debería dejar de ser profesional en ningún momento —esbocé una mueca. No entendía la razón por la que le interesaba conocerme más a fondo.

—Winter, mira que no soy una mala persona para nada —se tomó un momento para respirar—Sé que existen muchos rumores de mí, en los cuales se habla de que salgo con muchas mujeres y que me la paso de fiesta en fiesta.

—¿Y acaso eso no es cierto? Todo el mundo habla de lo mismo —supe que iba a ser el momento indicado para averiguar mucho más acerca de quién en realidad era el hombre que tenía enfrente en este mismo instante.

—Eso ya está en mi pasado, Winter. Salí con muchas mujeres cuando acababa de entrar a trabajar en la empresa pues, me encantó el poder que tenía y como todo el mundo volteaba a verme cada vez que entraba a un lugar. Si bien es cierto no fui ni el mejor empresario ni el mejor hombre la primera vez que estuve a cargo del lugar que continúo manejando hasta el sol de hoy, pero, si puedo asegurarte que hoy soy un hombre muy distinto a aquel que recurría a fiestas todas las noches sin excepción alguna. Digamos, que no le hacía un muy buen uso al dinero que recibía por mis labores.

—La verdad es que creo que todos fallamos, nos equivocamos y volvemos a levantarnos al menos una vez en la vida.

—Y es cierto, en realidad lo hacemos varias veces a lo largo de los años. En lo personal, me he equivocado dos veces en la vida de una manera terrible. La primera porque me di la vida que no debía llevar y la segunda, es algo que me seguiré reservando por un tiempo.

—Comprendo, todavía no he cometido un error que me duela enormemente o del cual me siga arrepintiendo hasta ahora. Quizá es por la falta de experiencia o, simplemente la vida misma lo ha querido así —tal vez mi vida jamás ha sido la más entretenida ni mucho menos porque como mencioné antes, inclusive mi círculo social se reducía a un pequeño grupo de personas. Y odiaba, con mi vida entera salir de fiesta y esas cosas. Lo odiaba, realmente lo hacía y aquello se debía a que siempre prefería quedarme en casa estudiando o viendo algún documental.

—Ahora que le he hablado un poco más sobre la persona que soy en realidad, me pregunto si de verdad sigue pensando que soy el tipo de persona que no le agrada.

Me tomé un momento para responder a su interrogante, sobre todo porque deseaba buscar la respuesta correcta.

—Devan Reed, he cambiado la perspectiva que tenía sobre usted. Entiendo que no es un hombre que le hace honor a todos esos rumores que circulan y que no es la persona que creí en el momento que lo conocí. Lamento haberlo criticado o haber tenido malos comportamientos.

—Winter, si hay algo que todavía tienes que aprender es que las personas no se juzgan por como se ven o por lo que dicen de ellas. Tienes que darte la oportunidad de conocerlos y crear tu propia opinión, sin que los demás tengan algo que ver. También, sé que en el instante que entraste a mi oficina no fui la persona más amable y que ni siquiera te presté atención.

—No necesita repartírmelo que sigo recordándolo bien —rodó los ojos. Parecía que era algo que acostumbraba a hacer casi todo el tiempo—También, debe imaginar que para cualquier persona es difícil entender o aceptar que uno cambia de la noche a la mañana. Debido a mi trabajo, sé bien que hasta hace poco tiempo salía con algunas mujeres, y que una de ellas en especial fue importante en su vida.

—Está bien, si tus intenciones no son confiar en mis palabras, te aseguro que voy a demostrarte que no soy un mentiroso, aunque sí tiendo a ser un egocéntrico —le di la razón.

—Devan, usted no tiene por qué demostrarme nada. Solo le di mi opinión, sin embargo, no...—me quedé callada sin saber que era lo que necesitaba decir. Creo que lo arruiné todo con mis últimas palabras—Usted y yo solo somos compañeros de trabajo y si este tema salió a relucir, se debe a que deseaba que nos conociéramos un poco más, supongo que para lograr un ambiente de trabajo mucho más ameno. No obstante, usted sabe que no tiene por qué demostrarme nada, porque yo no soy nada más que la chica que va a escribir su libro y con la cual pasará cuatro cortos e insignificantes meses, que van a irse volando como el viento.

—Winter, permíteme demostrarte que no soy el hombre que crees. Que, si te he dicho todo esto, no es por seducirte ni mucho menos...

—Eso es lo que debes decirles a todas las mujeres que se te pasan por enfrente —fruncí el ceño. No me gustaba el tono que esta conversación empezó a tener desde hace un par de momentos atrás. Yo no era más que una persona que acababa de comenzar a trabajar con él y no tendríamos que hablar de cosas que resulten ser personales—Mire, señor Reed, no tengo mayor interés en conocer ni una parte de su vida privada y, por lo tanto, a usted tampoco tendría por qué interesarle algo de la mía —me puse de pie y salí del restaurante, creyendo que no iba a seguirme, pero, lo hizo y me alcanzó casi de inmediato.

—Winter, es claro que tengo interés en su vida privada. Y no vaya a creer, se lo ruego, que es algo que hago todos los días —me agarró del brazo y me enojé muchísimo más de lo que ya lo estaba—Sé que debe pensar varias cosas sobre mí y lo comprendo, totalmente.

—No creo que deba importarle lo que yo piense sobre usted —le indiqué empezando a perder la paciencia. Me preguntaba cómo es que habíamos llegado a este punto, cómo es que de un almuerzo formal entre un jefe y su escritora había terminado en un enfrentamiento de este tipo en el que había emociones y opiniones distintas—Soy su empleada de cierta forma y no considero que esto sea profesional, al contrario, me parece que se está tomando atribuciones conmigo que no debe.

—Se nota que jamás has tenido una conversación de esta clase con un hombre...—Rió bajo y luego hizo que sus ojos y los míos se encontraran.

—¿A qué se refiere con eso, señor Reed? —Arrugué la nariz lista para perder la poca compostura que me quedaba.

—A qué no tendrías razón por la cual sentirte así y enojarte tanto solo por un hombre te haya confesado que despiertas cierto interés en él —sus ojos eran como un agujero profundo en el que no querías entrar. Me tomé un momento para suspirar y lo obligué a que me soltara.

—Le he dicho que no considero que la actitud que está teniendo conmigo sea profesional. Y pienso que la conversación se nos ha salido de las manos y punto, eso es todo —sin querer, mi voz sonó entrecortada y temblorosa—Ahora, si usted está de acuerdo, podemos hacer como si esta conversación nunca hubiese pasado y continuaremos con nuestra relación netamente profesional.

—No.

—¿Perdón? —Pregunté.

—He dicho que no, que no quiero solo que mantengamos una relación que sea profesional, en la que solo hablaremos de temas que tengan que ver con el trabajo y nada más no veremos en nuestras horas laborales —acercó su rostro al mío, permitiéndome sentir su respiración. No supe por qué mi pulso aumentó de una manera inimaginable y mis piernas comenzaron a temblar.

—Señor Reed...

—¿Sí, Winter? —Su nariz tocó la mía, y sentí que estaba perdiendo el control de mi cuerpo. Si no le ponía un alto a esta situación, terminaría en algo que no deseaba. Sin embargo, antes de que yo fuese capaz de encontrar que decirle, sus labios rozaron los míos y cerré los ojos, esperando que continuara. Lo odiaba, aun más por todo lo que dijo recientemente, pero, el tenerlo tan cerca de mí había creado una especie de deseo en mi interior que ahora mismo ni era capaz de controlar por mi propia cuenta—Oh, bonita, creo que te has quedado sin palabras...

—Yo...—solté sin pensar y entrelazó nuestras manos. Aquella fue la mejor sensación que había tenido en la vida entera. No obstante, me cuestioné a mí misma la razón por la que me encontraba sumamente nerviosa y el por qué no me atrevía a tomar las riendas del asunto. Quería que el señor Reed posara sus labios sobre los míos y nos fundiera a ambos en un beso—¿Qué cree que está haciendo?

—Demostrándote que me atraes, Winter Howland, porque de lo contrario no estaríamos aquí ahora mismo...—se alejó un poco, aunque, aun podía sentir su respiración cerca de mi rostro—Winter, me gustas y no es una broma...

—Señor Reed...—le susurré en un intento de recuperar la cordura. Cómo se me había cruzado por la cabeza que quería que mi nuevo jefe me besara. Si le permitía que me diera un beso, las cosas se convertirían en el mismismo infierno dentro de la oficina y he de admitir que no estoy dispuesta a que eso suceda. Si le doy la oportunidad de usarme a su antojo, pensará que soy una mujer que ni siquiera sabe lo que quiere debido a que hace momentos atrás le dije que no me interesaba ciertos aspectos sobre su vida y si le dejaba besarme, creería que tendrá la oportunidad de molestarme cada vez que se le antojara y no iba a permitirle algo como eso. Las cosas, a este punto, acababan de salirse de control—Usted no tiene ningún derecho sobre mí.

Lo empujé con delicadeza y me alejé lentamente, aunque, una vez más, me alcanzó en un par de segundos.

—Winter, ya le he dicho que no estoy jugando con usted.

—¿Así? Pues no le creo en lo absoluto y de verdad, la actitud que acaba de tomar está siendo cero profesional —de acuerdo, tienes que dejar de hablar de lo que es profesional y de lo que no lo es, porque empiezas a sonar como una estúpida.

—Deje de actuar como si le importara seguir las reglas —volvió a acorralarme cuando estábamos a cuatro cuadras de llegar a la empresa. Por dios, qué insistente—Winter, por favor, escúcheme...

—Ya le he dicho que no tenemos de qué hablar —señalé entrecerrando los ojos. Se estaba convirtiendo en una m*****a molestia, pero, yo no hacía nada para detenerlo e irme de una vez por todas.

—Winter Howland, permíteme solo un segundo —prácticamente me rogó y yo no hice más que rodar los ojos. Quería irme.

—Mire, también creo que usted es de esos hombres que necesita seducir a todas las mujeres que se le cruzan por enfrente. Y le aviso, desde ya, que no pienso unirme a tal lista tan desvergonzada —hice una cara de horror y lo miré molesta.

—Winter, me pregunto cuántas veces tendré que decirle que yo no soy esa clase de persona que piensa o que todos los otros dicen que soy —se justificó y no pude evitar soltar una risa.

—Entonces, dígale eso a todos los medios de comunicación que lo han captado en un par de momentos incómodos —señalé recordando lo que conversamos en la editorial. Había una sección de artículos y revistas de farándula en las que se encontraban todas las fotografías en las que él salía con un par de mujeres muy amorosamente. Eran más de quince, tal vez, o eso es lo que recuerdo.

—¿Seguirá creyendo todo lo que la farándula dice o me creerá a mí en el momento que le cuente cómo surgieron cada uno de esos rumores? —Enarcó una ceja—Usted me gusta y me encantaría que intentemos algo, pero, quisiera que nos conozcamos un poco más.

—Está claro que mi respuesta es no —lo dije a la ligera y la expresión de su rostro cambió por completo.

—Creemos una historia entre tú y yo que viva eternamente en Saturno —indicó.

—De ser así, en Saturno vivirá todo aquello que nunca tuvimos.

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