Adriano tragó saliva y se enfiló detrás de la Madre Superiora sin poder decir nada más con lo que zafarse del compromiso, caminó hasta el otro lado de la calle y entró una vez más al convento, pero esta vez por la puerta de enfrente, y no como lo había hecho la última vez, como un vulgar delincuente, por la puerta de atrás.
Caminó hacia el comedor guiado por la monja sin decir una sola palabra y pensando en cómo actuar delante de aquel grupo de religiosas para ser lo suficientemente convincente, eso claro, si Angelina no habría primero la boca y lo delataba.
Pensar en esto le aceleró el pulso, pero más lo hizo el hecho irremediable de volver a verla. Le partía el corazón haberla dejado de la forma en la que lo hizo, ¡Como todo un patán!
Sin embargo, para efectos prácticos había sido la mejor decisión desde difer