Capítulo XVI

Examino las flores, una por una. Han tomado fuerzas, pues se ven espléndidas, llenas de vida. No dudo en sonreír. Su nombre, en la madera que ya parece vieja, reluce más por los colores enigmáticos de cada pétalo que la rodea.

Ya se me ha hecho costumbre visitar su tumba cada vez que puedo.

Han pasado dos semanas, días largos y cansinos. No he tenido respuestas sobre Zelig, papá lo único que hace es bajar la mirada y evadir el tema. Tal vez se deshicieron de él o aún está preso, pero en otra parte. Porque fui capaz de acercarme a ese lugar para echar un vistazo y ni su sombra estaba allí.

Volví a la guardia luego de tres días encerrada. Cambié de máscara y, al mismo tiempo, de actitud. Solía ser reservada, ahora apática, sin ganas de compartir una palabra con alguien más. Y la nueva careta es roja, como la sangre. Identifi

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