Capítulo XVII

Acaricio el rústico muro al mismo tiempo que cierro los ojos. Aquí la brisa es más densa, he de suponer porque al otro lado debe haber una industria o dónde quemen cosas. Le hago una seña a los míos para que salgan de sus escondites.

Me arrodillo en el centro del círculo. Mis dedos trazan la arena con rítmicos círculos, entonces, luego de ordenar los mandatos, empiezo:

—En la puerta sur los guardas hacen rondas cada veinte minutos, podemos tomar esa oportunidad para allanar el lugar. —Hago un cuadro en la tierra, y en la parte inferior de este, una equis—. En la parte oeste hay otro portón, también vigilado por las torres. —Señalo con el mentón las susodichas—. Es poco probable que allí hagan rondas y seria arriesgado asomarte porque tienen torretas militares.

—Es preferible que ingresemos por la puerta sur —concuerda Bear,

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