Capítulo LXXXIX

Los enterramos, mas no pudimos cavar sobre sus tierras flores para que renazcan o un pedazo de ellos florezca en ellas. Nos despedimos con una oración al cielo para un buen viaje al más allá, mientras manteníamos con los sentidos activos.

Recalco… esto no se quedará así.

Siento en el ambiente el rencor de mis compañeros que no se quedaran de brazos cruzados. Y como es difícil que olvide rostros, les he dado los detalles sobre sus rasgos para que se encarguen de ellos en el jodido campo de guerra, si es que los muy cobardes asistirán.

Miro tras mi hombro. Papá ha de estar cerca, así que sugiero detenernos al lado de una bomba de gasolina. Nos acercamos al dichoso lugar sin titubear; oteo más allá de la tienda de comestibles vacía. No hay nada más que estantes vacíos.

—¿Descargamos?

—Si te parece bien, s&i

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