Pero del otro lado debía estar ocupado, así que la llamada no se conectó. Luego, llamó al tío Carlos. Cuando Carlos contestó la llamada, lloró y le preguntó a Leo: —¿Dónde estás? ¡Vuelve inmediatamente! —
Leo frunció el ceño. —Tío, estoy en casa. —
—¿Has visto a tus padres? ¡Les han arrancado el corazón! ¿Por qué aquellas bestias los odiaban tanto? Leo, les debo disculpas. ¡Yo debería haber muerto! —
Cada palabra de Carlos llegó acompañada de sus llantos. El rostro de Leo se volvió gradualmente serio. Apretó los dientes y preguntó en tono grave: —¿Volviste a beber? —
Carlos lloró: —Ojalá estuviera borracho. Ojalá todo fuera un mal sueño. Los hemos perdido porque no creí las palabras de Lucía. —
Después de decir esto, volvió a llorar. Leo colgó la llamada. Carolina se le acurrucó al brazo para consolarlo. —Seguramente Lucía y tu tío te están mintiendo. Pregunta a Fernando. —
Parecía que Leo recordó la llamada de Fernando de la noche anterior, y un profundo malestar surgió en su co