Capítulo 35. Sonrisa forzada.
Elizabeth se acercó rápidamente a Oliver y a la condesa Charlotte y, desde la distancia, percibió cierta tensión entre ellos, como si hubiera un secreto. La condesa, con su característica diplomacia, rompió el silencio con una encantadora sonrisa.
—Oliver, querido, ¿por qué no le enseñas el palacio a Elizabeth? Estoy segura de que le encantaría conocer cada rincón y, por supuesto, rendirle los honores que merece —sugirió, con un tono que dejaba entrever su intención de dejarlos a solas.
Oliver, sintiendo la desconfianza burbujear en su interior, se obligó a mantener la compostura.
—Claro, tía. Será un placer —respondió, aunque su mirada traicionaba una mezcla de sorpresa y preocupación. Luego, dirigiéndose a Elizabeth, añadió con una sonrisa forzada:
—¿Estás lista para dar un pequeño paseo por el palacio?
Elizabeth, por su parte, asintió maravillada al tener tan cerca a ese atractivo muchacho. Miró a Oliver con una sonrisa radiante y dijo:
—¡Oliver! No puedo creer que nuestra boda est