INICIO DEL FIN

AMANDA GÁLVEZ

Sin mi padre la vida se tornaba sombría. Sin él nuestra casa se sentía vacía y triste, cuánta falta me hacía.

Debíamos seguir adelante y mi deseo seguía enorgullecerlo. Me había dado una vida maravillosa llena de hermosos recuerdos que guardaría por siempre en mi corazón. No quise salir de casa por días, presa de la tristeza que sentía y consideraba que debía estar con mi madre. Necesitaba el apoyo de ella, no tenía a nadie más.

Mi madre no demostraba dolor alguno por haber perdido a su esposo. Al principio creí que era su modo de ser fuerte por el duelo, pero después entendí que a ella no le importaba mi padre en lo absoluto. Comprendía por qué no había ido al hospital y la ausencia de sus lágrimas, todo cobraba sentido.

-Nunca amé a tu padre- Me confesó una de las veces que le reclamé por su falta de empatía y sentí que mi mundo se desvanecía. ¿Cómo ella no podría amarlo? Él era un hombre sensacional que se desvivía por hacerla feliz

Los recuerdos de los viajes de negocios aparecían como flashes en mi mente. Mi padre sonriéndole a mamá y dándole hermosos obsequios. Papá diciéndole cuánto la amaba. Cada cumpleaños, cada fecha especial y cientos de detalles. Ahora ella me confesaba esto y no podía encontrarle sentido.

-Pero, ¿Cómo puedes decir eso? Él vivía para ti y para mí, ¿Por eso no estuviste con él?- Comencé a llorar- Yo estuve con él en sus últimos momentos en los que miraba la puerta esperando que fueras a verlo

Sabía que aunque papá estaba conmigo, le hacía falta su esposa. Él la amaba, yo sabía que lo hacía. Sentí la tristeza suya y comprendí que la esperaba, siempre lo hacía, pero ella no llegó. Yo también la esperaba, lo vi morir y necesitaba un abrazo de alguien, pero en lugar de eso solo hubo médicos y enfermeras.

Con el transcurso de los días la casa cambió. Las cosas más adoradas de mi padre comenzaron a desaparecer y por más que las busqué no pude encontrarlas. En el cuarto que mis padres compartieron tantos años ocurrieron los cambios más drásticos, desde el color de las paredes, hasta la cama. Antes los muebles eran claros y las paredes blancas, las cortinas de color durazno combinaban con el edredón y los almohadones de esos tonos tan cálidos y suaves. Después las paredes fueron de color celeste con tonalidades azules y los muebles fueron reemplazados en su totalidad. La ropa de mi padre simplemente desapareció también.

Sentía que mi madre solo estaba borrando la existencia de mi padre, ella quería hacer de cuenta que jamás existió, algo que aumentaba aún más mi dolor, porque yo deseaba sentirlo cerca aunque eso fuera a través de sus pertenencias.

No supe nada sobre la pequeña empresa de papá, pero sospechaba que mi madre estaba gastando todo por lo que tanto él había trabajado. Yo no tenía dinero, no podía pensar ni en comprar un simple par de zapatos porque no tenía ánimos de nada. La muerte de mi padre fue la primera que sentí, el primer funeral al que asistí, ni eso podía comprender mi madre y brindarme aunque sea un poco de cariño y comprensión.

En sus fiestas yo no quería estar, tampoco tenía ánimos de saludar a esta gente que jamás hablaba de mi padre. No tenían respeto por nada y comprendí que tampoco por nadie. Uno de los hombres más jóvenes me abordó cuando fui a la cocina por algo de comer. El debía de haber tenido alrededor de treinta años, tal vez unos menos. Me ofreció hasta dinero por acostarse conmigo y me sentí asqueada así como también desprotegida. Mi padre jamás habría permitido algo así, pero mi madre le restó importancia.

Cuando la universidad estaba por comenzar fue el inicio del fin, uno que acabaría con la vida que conocía. Cuando quise pagar con mi tarjeta las cosas que necesitaba para comenzar a cursar y también el año de carrera en finanzas descubrí que mi tarjeta fue cancelada.

-Hablaré con mi madre, tiene que haber un error. Mi papá murió hace muy poco, él... él era quien administraba... todo- Expliqué con torpeza y pena

Volví a casa pero había gente allí. Los hombres que allí estaban me miraron analizándome. El más joven era quien me había propuesto acostarse conmigo a cambio de dinero y el mayor a juzgar por su parecido debía de ser su padre.

-Esperamos tu llamado Analía. No demores demasiado- El mayor de los hombres besó la mano de mi madre y el menor solo sonrió y salió no sin antes dedicarle una mirada que me hizo sentir desnuda.

-Tenemos que hablar Amanda- Al irse esos hombres, ella mostró una expresión dura, fría

-¿Por qué ellos vienen aquí? Mamá te dije lo que pasó en la fiesta- Intenté que comprendiera, que se indignara al menos

-La empresa de tu padre tiene deudas, tu no vas a hacerte cargo. No sabes nada de eso y yo tampoco. Eliseo me ofreció un acuerdo, te casas con él y salva la empresa- El aire había abandonado mis pulmones y mi corazón comenzó a romperse aún más

-Mamá no quiero imaginar lo que él sería capaz de hacerme si acepto ese absurdo. Jamás seré su esposa, aún no me gradúo. Le prometí a papá que- Gritó tan fuerte que salté en mi sitio y me quedé en silencio

-No me interesa lo que tengas que decirme. olvídate de la universidad, no tienes dinero y yo no pienso seguir dándote de comer. Aceptas el matrimonio o te vas de aquí- No podía pensar con claridad, ¿Cómo podría irme de la que era mi casa?

-Mamá no puedes pedirme que me vaya de aquí, no seas cruel. Soy tu hija- Las lágrimas caían por mis mejillas pero ella no se dejaría conmover por nadie, ni siquiera por mi

-Ya escogiste, ahora debes vivir con ello. ¡Te quiero fuera de mi casa!- Ella parecía no tener sentimientos, solo la seguridad brillaba en su mirada, junto al desprecio de verme suplicando.

¿Siempre ella fue así? ¿Cómo no me di cuenta antes? Creí que ella cambiaría de parecer y que tal vez lo que me dijo era una amenaza sin sentido, un intento de chantaje, pero no fue así. Empaqué mis pertenencias con ella apurándome para que acabara rápido.

Levanté mi mentón y salí con la frente en alto de su casa, aquella en la que pasé los mejores momentos de mi vida, así como también los peores. Ya no podía volver atrás, pero tenía que ser fuerte. No permitiría que nadie, ni siquiera mi madre, rompiera mis sueños.

No tenía dónde ir, mi madre me dejó en la calle por querer seguir mis sueños, pero le demostraría que yo podía sin su apoyo encontrar mi lugar en el mundo. Algún día triunfaría y le demostraría que estaba equivocada, ¡Podía sentirlo!

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