—¡Ahhh! ¡Mamá, por favor, no te vayas! —gritó Meeka—. ¡No me dejes, ma-má!
¡Por favor! Por favor, perdona la vida de mi hija. Te lo suplico en nombre de la mismísima diosa, ¡no la mates! ¡Déjame asumir su castigo! ¡Por favor, perdona a mi pequeña bebé! Suri lloró desconsoladamente, arrojándose a los pies de Lucas, quien no respondió. Solo ordenó a Kiron y a los demás guardias que se llevaran a Suri para que se quedara solo con Meeka.
Pero Suri era peor que una cabra testaruda; luchó y luchó contra los guardias. Pasó mucho tiempo hasta que no pudo ceder más a su poder; lo había intentado todo, pero estos guardias eran demasiado fuertes para ella. Solo pudo observar entre lágrimas cómo Lucas sostenía a la pequeña Meeka en su mano mientras los guardias lobo la sacaban a rastras de sus aposentos. Nunca se perdonaría haberle dicho la verdad, pensó mientras lloraba.
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La pequeña Meeka estaba muy asustada. Miró fijamente al gran alfa que la sostenía de la mano. ¿La castigaría ahora