“Hay algo que tengo que decirte.”
Ava estaba de nuevo en sus trece. ¿Qué era aquello que quería decirle y que no le había contado desde entonces? Algo le decía que la razón de su extraño comportamiento no era solo el nerviosismo por la ceremonia del día siguiente. No estaba con ánimos ni con ganas; acababa de tener el sexo más alucinante de su vida y estaba agotado, necesitaba dormir. Pero esta era su Ava; no podía ignorarla así como así, aunque le tentara.
"¿Qué es?"
Ava dudó; el silencio se prolongó durante varios minutos, y cuando Ray ya no pudo más, dijo: «Ava, mi amor. Me conoces muy bien, ¿verdad?».
—Sí —respondió Ava temblorosamente.
“Sabes las cosas que me gustan y las que no”.
"Sí."
—Entonces, ¿qué me vas a decir? ¿Sabes que no me gustará oírlo? ¿Sabes que me dolerá mucho?
“Sí”, confesó.
Ray cerró los ojos unos segundos. Fuera lo que fuese, podría arrepentirse más tarde, pero por ahora, no quería que le importara.
—Entonces no me lo digas —dijo y volvió a dormirse.
Ava conocí