El rabino la llevó a la cueva profunda donde vivía cerca de la orilla del río. El interior de la cueva estaba amueblado con una cama y una silla, y cuidadosamente dispuestos en las paredes había armas, adornos y piezas de joyería de oro y plata que había robado a los comerciantes que vendían en los mercados o de los bolsillos de los ricos de Bandaria.
“Bienvenida a mi humilde morada”, dijo mientras la conducía adentro.
“Tienes un lugar hermoso aquí”, comentó mientras contemplaba su pequeña casa.
"Gracias."
Empezó a mirar a su alrededor. "¿Vives aquí sola?"
“Mi papá y yo vivíamos aquí, pero ahora soy solo yo”.
"¿Qué le pasó?"
“Lo apedrearon hasta la muerte en la plaza del mercado después de que lo sorprendieran robando”.
“Oh, lo siento mucho por eso.”
No hace falta, lo odiaba, así que no sentí nada cuando murió. Además, no tiene de qué preocuparse; tiene un hijo mucho más inteligente que él y que continuará su legado de vaciar los bolsillos de los ricos bandarianos. Un hijo al que arru