XV

Apurada, con el corazón latiente, la señora Lourdes entró sin permiso alguno en aquel lugar en el que les dijeron que estaría su nieto.

—¡Niño del demonio! —Entró —. ¿Dónde está ella?

—¿De qué hablas abuela?

—¡¿Ya le pediste disculpas? ¿Cómo te atreves?!

—Abuela, por favor, no estoy para tus dramas.

—¿Dónde está ella? ¡Contesta!

—¡Se está cambiando!

Y de pronto, todo el silencio cesó pues unos pasos suaves fueron escuchados. La mirada de la señora Lourdes se enterneció mientras Stefan detrás solo rodeaba los ojos.

— ¡Oh! Ahí estás. Wuooo, te asienta perfecto ese color. Te ves bellísima.

Fernanda sonrió. —Muchas gracias, señora.

—Dime, este idiota de mi nieto, ¿ya te pidió disculpas?

—¡Abuela! —Se quejó Stefan por el insulto.

—¿Te pidió disculpas, niña? —Insistió la señora con una sonrisa.

Fernanda volteó a ver a Stefan. Stefan hizo lo mismo. Si tan solo la señora supiera que el hombre le había hecho algo peor.

—¡No, abuela, no lo he hecho! —Habló Stefan.

—Bien, eso me gusta —dijo la s
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