Matías, al ver que ella había volcado todas las cosas de su bolso sobre la mesa, se dio cuenta de que algo andaba mal, entonces le preguntó:

—¿Estás bien?

Al notar que ella no respondía, acercó su mano y le alzó el rostro para ver qué le pasaba, pero en ese instante vio que comenzaban a rodarle las lágrimas, mientras murmuraba con angustia:

—No está... y yo lo había metido aquí.

Matías se preocupó de inmediato, pues nunca antes la había visto llorar así, como una niña pequeña. Por un momento, pensó que quizás había sido demasiado duro con sus palabras, ya que ella estaba embarazada, y sabía que en ese estado las emociones estaban a flor de piel.

Con ese pensamiento, intentó calmarla diciéndole:

—Siento mucho haberte hablado así... no fue mi intención, es solo que no sé qué me pasa... cada vez que te veo, exploto y termino diciendo cosas que en realidad no quiero decir; además, hoy estoy de mal humor…

Pero ella seguía llorando, sin prestarle atención, repitiendo una y otra vez:

—No est