La relación entre Isabela y Camila estaba marcada por constantes enfrentamientos, aunque solo una de las partes parecía disfrutarlo. Camila encontraba un placer perverso en humillar a Isabela, y la presencia de los empleados de la casa le daba la audiencia perfecta para sus actos.
Aquella mañana, mientras el personal de la mansión se encontraba ocupado en sus tareas, Camila decidió aprovechar la oportunidad para dejar a Isabela en ridículo una vez más.
La humillación frente a los empleados
Isabela estaba en la cocina, organizando algunos libros de recetas que había encontrado en un estante olvidado. Había descubierto que cocinar la ayudaba a mantener la mente ocupada y a evitar pensar en su situación.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Camila al entrar, su tono lleno de desdén.
Isabela levantó la mirada, manteniendo la calma.
—Solo estoy organizando esto.
Camila dejó escapar una risa burlona.
—¿Organizando? ¿Es eso lo único para lo que sirves? Tal vez deberías considerar unirt