Isabela despertó temprano, el sol apenas asomando por el horizonte. El ambiente en la Mansión Arriaga era inquietante, lleno de silencios pesados y tensos que la acompañaban desde su llegada. Aunque el matrimonio con Leonardo nunca fue por amor, ella había logrado convencerse durante un tiempo de que podría encontrar su lugar en ese mundo frío y distante. Pero las constantes humillaciones y el desprecio de su esposo, junto con las manipulaciones de Camila, la habían hecho sentir que no pertenecía allí.
Esa mañana, tras una noche llena de pensamientos confusos y frustrantes, decidió que era hora de tomar una decisión. No más sacrificios ni quedarse a la sombra de lo que no podía controlar. No estaba dispuesta a vivir como una espectadora de su propia vida. Así que, tras vestirse con rapidez, recogió sus pertenencias más esenciales y salió de la villa sin hacer ruido. Su objetivo estaba claro: la Compañía Altamirano.
Isabela había estado considerando esta opción durante días, aunque l