Capítulo XXI

Su aspecto era espantoso, su respiración agitada, su cuerpo brotado en venas como si estuviesen a punto de reventar, tenía una fiebre que parecía consumirle y solo la calmaba con litros y litros de agua que conseguía beber. Sus sentidos eran ahora muy sensibles, podía escuchar el sonido de los grillos como cualquier ser humano, la diferencia era, que sabía exactamente donde se encontraba el insecto emitiendo aquel peculiar sonido nocturno. Así que devoraba grillos, muchos grillos y cualquier otro insecto que cometiese el error de estar cerca de él. Su hambre no se saciaba y necesitaba más que insectos. Ya era un monstruo, pero eso no era lo peor, lo peor era, que tenía consciencia de que era eso, un monstruo, un maldito y aterrador monstruo.

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