Pararon a almorzar al medio día en un restaurante de carretera muy sencillo, ya les faltaba muy poco para llegar a RockCity. Dominic babeó antes de poder entrar al restaurante cuando vio a Adella acercarse a él en jeans negros ajustados, botas cortas, blusa blanca –muy fresca para el caluroso día- y sombrero negro, lo que se veía malditamente bien con su rubio cabello suelto.
Dominic solo deseaba poner sus manos en esas caderas y pegarle a él para saborear más de esos labios que sonreían traviesamente provocándolo. Él sonrió e inclinó el cabeza divertido, esperándola.
— Hey – saludó Adella.
— Hola, preciosa.
— Oh, no me llames así. Puedes hacerlo mejor.
— ¿Cómo quieres que te diga? – le siguió el juego. Ella parecía pensárselo.
— “Linda”, eso suena menos a galán de carretera.
— Ese denotativo no te hace el respeto que mereces.
Adella soltó carcajadas y él se sintió trillado y patético por haber dicho eso, aunque ya le daba ig