Capítulo ochenta y cinco. La calma antes de la tormenta.— — — — Narra Amy Carlson — — — —El sol de la mañana se filtra entre las cortinas de la habitación, bañando todo con una luz dorada que me despierta lentamente. Mi primer instinto es buscarlo, sentir su calor junto al mío, y no me decepciona: Brad está allí, mirándome como si yo fuera el milagro más grande que le ha ocurrido jamás.—Buenos días, amor —susurra, acariciándome el cabello con ternura.Le sonrío, acurrucándome más en su pecho. No quiero que este momento termine nunca. Aquí, en este pequeño rincón del mundo, todo parece posible. Todo parece eterno.—¿Sabes? —me dice después de un rato, su voz vibrando contra mi piel—. Me he preguntado cómo sería despertar cada día de mi vida contigo... Y no quiero imaginar otra vida si no es a tu lado.Mis ojos se humedecen. No por tristeza, sino por esa felicidad que a veces asusta, que te llena tanto que temes que algo pueda arrebatártela.—Yo también —murmuro—. No quiero otra vida
Capítulo ochenta y seis. El eco de la tormenta.— — — — Narra Amy Carlson — — — —Permanecemos abrazados mucho tiempo después de que la conversación terminó, como si nuestros cuerpos supieran que este instante de paz podía ser el último en mucho tiempo.Siento el calor de su piel, el latido poderoso de su corazón contra mi oído, su respiración serena a pesar de todo... y no quiero separarme nunca. Pero el mundo allá afuera no se detiene y nosotros no podemos vivir en esta burbuja de cristal para siempre.Cuando finalmente me separo un poco de su abrazo, busco sus ojos. Están fijos en el techo, como si pudiera ver más allá de las paredes, anticipando lo que está por venir.—Brad... —mi voz es apenas un susurro—. ¿De qué se trata ese mensaje? ¿Quién lo envió?Sus ojos bajan hacia mí, tan profundos y oscuros como el fondo del mar.—Un viejo enemigo. Uno que debería estar muerto. Pero al parecer, los fantasmas no siempre se quedan en el pasado —responde con una dureza en su voz que rara v
Capítulo ochenta y siete. Cuando el cielo se rompe.— — — — Narra Amy Carlson — — — —No sé cuánto tiempo ha pasado desde que cerré los ojos. Quizá minutos. Quizá una hora. Lo que sí sé es que un ruido sordo me arranca del casi sueño en el que estaba sumida.Brad ya está en movimiento incluso antes de que yo entienda qué ocurre.—¡Arriba, Amy! ¡Rápido!Su voz, firme pero no aterrada, me atraviesa como un latigazo. Siento la urgencia en sus palabras, la misma que me hizo moverme en situaciones pasadas, cuando nuestra vida pendía de un hilo invisible.Me incorporo, el corazón en la garganta, mientras Brad me ayuda a levantarme de la cama. Sus ojos están encendidos, alerta, el cuerpo tensado como un resorte a punto de dispararse.—¿Qué pasa? —pregunto, la voz quebrada.—Han derribado la primera barrera de seguridad —responde él, ya sacando un arma de debajo de la almohada. Su mirada se cruza con la mía—. Escúchame, amor. Vamos a salir de aquí. Vamos a estar bien. Pero necesito que confíe
Capítulo ochenta y ocho: Amenazas invisibles.— — — — Narra Amy Carlson — — — —Tantas horas a solas con Brad habían sido un oasis. Una burbuja perfecta donde solo existíamos él, yo... y nuestros tres milagros creciendo dentro de mí. Pero la calma absoluta nunca dura para siempre.Esa noche, mientras dormía enredada en sus brazos, un golpe seco retumbó desde el exterior de la casa. Me desperté sobresaltada, sintiendo mi corazón galopar en mi pecho. Brad se tensó enseguida, sus músculos duros como acero.—Quédate aquí —susurró apretándome contra el colchón con firmeza, besándome la frente como si fuera un escudo.Vi cómo se ponía unos pantalones al vuelo y desaparecía en la oscuridad. Me quedé inmóvil, alerta, con todos los sentidos encendidos.Los minutos pasaron como cuchillas. Finalmente, Brad volvió, con el ceño fruncido.—¿Qué ha pasado? —susurré al verlo.—Una piedra atravesó la ventana del comedor. No había nadie alrededor.Sentí un escalofrío recorrerme la columna.—¿Crees que
Capítulo uno. Novia a la fuga.— — — — Narra Amy — — — — Ese día yo sentía a medida que avanzaban los minutos y las horas, que se acercaba mi final. Podía sentir en lo más profundo de mi que ya no podía seguir dando tiempo a un tiempo que se agotaba cada vez más. Mi padre, ese maldito sin corazón pretendía que me casara con un desconocido y anciano repugnante. Solo de ver la forma en que me miraba, como sus ojos aprecian desvestir mi cuerpo dentro de su mugrosa mente me daba nauseas. Siempre que venía a la casa me dejaban a solas con él. A solas para que deslizara su dedo índice con aquella uña larga repugnante por mi espalda desnuda. Cabe decir que papá me obligaba a vestir con la ropa que él pedía. Arthur Aramendi me hablaba tan cerca que podía oler su aliento de cognac y puros cubanos. Nunca podré olvidar eso. Y ahí estaba ese día gris y lluvioso, vestida de novia con él a mi lado esperando un sí quiero que no quería en absoluto y un alcalde aguardando mi decisión para converti
Capítulo dos. El novio es mi padre — — — — Narra Amy — — — —Sus palabras habían silenciado más mías. No podía entender que semejante hombre tuviera que obligar a una mujer a prometerme con él. Cualquiera se querría casar con un tipo así que además de lo carnal, se veía que tenía poder y dinero y una personalidad avasalladora. Era un ideal masculino en toda la regla. La parte caballerosa mezclada en perfecta sincronía con la canalla y oscura. Sus ráfagas poderosos así lo hacían ver y no entendía cómo estaba exigiendo algo que debía tener a sus pies voluntariamente y en más de una ocasión. Más de una mujer, incluso más de un hombre podían querer ser suyos, sin compromisos incluso. —Aunque no lo entiendo tengo que aceptar —dije segura de que no tenía opción y menos aún sin documentos para irme del país —, seré tu prometida per necesito que me dejes trabajar para hacer el dinero de poder reírme cuando nuestro acuerdo acabe. Por favor —negó ante mi súplica. —Tú único trabajo soy yo. De
Capítulo tres. Tenemos un trato.— — — — Narra Amy — — — —Poco a poco abro los ojos y un dolor de cabeza agobiante me taladra la sien. Huele a aceite quemado, a combustible... siento una presión en mi pecho y me obliga a mirar hacia abajo, ahí descubro que tengo el cinturón de seguridad encajado entre mis senos. ¡Dios, que dolor!Echo una mirada a mi alrededor y me tropiezo con Brad aferrando el volante y completamente inconsciente. —¡Maldición, ¿Brad...?!Chilló cuando veo que no consigo soltarme para ayudarle, sigue desmayado. Tomo una profunda respiración y tiro de mi cinturón fuerte. Consigo despegarlo de mi y lanzó otro alarido, me ha provocado una herida de quemadura por rozamiento. -¡¿Brad?! No tengo tiempo para mi. Con el aliento entrecortado salto a su posición y le quito el suyo. Por suerte el coche ha caído derecho y no estamos de cabeza.El olor a combustible empieza a ser insoportable unido a una línea del mismo que puedo visualizar mientras intento abrir la puerta de
Capítulo cuatro. Te la quité papá.— — — — Narra Amy — — — —Creo que no nos habíamos recuperado del accidente todavía cuando ya nos estábamos casando.Brad es de esos hombres que ni pide permiso ni disculpas, simplemente hace lo que considera y eso aunque no me incluía a mi, sí lo hacía con su familia.Es el mayor de tres hermanos, ellos dos y una chica cuyas edades aún no superan la adolescencia por lo tanto es quien controla la empresa de la familia en disputa con su padre.Supe minutos antes de firmar ese contrato de matrimonio que llevan distintos apellidos porque usa el de su madre, no soporta a Arthur y nunca lo ha hecho entonces por eso no coincidían los apellidos cuando los conocí. Ese día después de firmar, nos fuimos nuevamente a su casa, la de su faamilia, esa en la que en algún momento viviría pero entonces lo sentía tan lejano que me atrevía a hacer cábalas en mi mente de que todo saldría bien.Él por si parte, al odiar a su padre anunció delante de todos pero mirando d