Capítulo cuarenta y tres. No vamos a ceder.
— — — — Narra Amy Carlson — — — —
El aire del hospital sigue impregnado en mi piel cuando me bajo del taxi. Las luces de la madrugada apenas comienzan a fundirse con los primeros tonos azulados del amanecer. Camino hacia la casa con el corazón encogido y las manos heladas, intentando racionalizar lo que acaba de pasar. Arthur me ha dejado clara su amenaza: si no dejo a Brad, si no me aparto de su vida, va a hacer todo lo posible por destruirlo. Y sé que es capaz. Lo vi en sus ojos oscuros como pozos sin fondo, lo escuché en la forma cruda y calculadora con la que escupió sus palabras. No era una advertencia... era una sentencia.
Mis pensamientos giran en círculos, como un tornado a punto de arrasar con todo. Me duele el pecho. Me siento traicionada por la vida, por este monstruo que resulta ser el padre del hombre que amo. Siento la necesidad de proteger a Brad, de esconderlo del mundo, de encerrarlo en una burbuja donde nadie pueda hacerle