Estaba en mi despacho sentado en el sillón que había detrás de la mesa de despacho, con la mirada completamente perdida, recordando la noche anterior cuando tuve a mi mujer en mis brazos haciéndole el amor hasta que morfeo se adueñó de nuestros cuerpos. Los besos apasionados que nos cortaba la respiración y le exigia a Rebeca continuamente el roce de sus suaves labios con los míos. Nuestros gemidos de excitación y cuando llegamos los dos casi al mismo tiempo al clímax. Dios cómo deseaba estar a su lado y volver a hacerle el amor a mi esposa, me había acostumbrado a ella y deseaba terminar de trabajar para volver a casa, cogerla en brazos y llevarla a nuestro dormitorio, la necesitaba, la deseaba y eso me estaba volviendo loco. Esta mañana me había costado más que nunca levantarme de la cama cuando me desperté, y verla desnuda bajo las sábanas provocó que tuviera que controlar mi apetito por devorarla otra vez, para poder centrarme en el trabajo, ya que hoy tenía muchos documentos que